miércoles, 30 de agosto de 2017

Hugo de cruising en el centro comercial








Hugo, ven vamos a sentarnos ahí —dijo uno de mis colegas.


Estaba en un centro comercial, de compras con unos amigos y amigas. Llevábamos ya un rato paseando, probándonos ropa, haciendo el idiota en los probadores y riendo un montón.


Decidimos parar un momento y comer algo en uno de los restaurantes, antes de seguir viendo tiendas o ir al cine. Mientras los demás se sentaban a una mesa, vi que al lado estaban los lavabos, y yo tenía la vejiga a punto de estallar, llevaba ya un rato que apenas me aguantaba. Dije que iba al baño y me levanté. Una de mis amigas, con la que andaba tonteando, me dijo que no tardara o se lo comerían todo. Yo pensé en lo que me encantaría que se comiera, le guiñé un ojo y fui al baño.


Entré y me fijé de refilón en otro tío que estaba meando en un extremo de los urinarios. Me coloqué al otro lado, me saqué la verga y empecé a mear. Joder, qué gusto, llevaba demasiado tiempo aguantando. Me dejé llevar y eché la cabeza hacia atrás, gimiendo levemente, aunque me di cuenta enseguida de lo que hacía y miré apurado al otro tío. Me estaba mirando, así que me dio vergüenza y me concentré en mi meada.


Empecé a sacudírmela para soltar las últimas gotas, mientras por el rabillo del ojo notaba que el otro tío seguía mirándome, y me empecé a sentir incómodo. Giré de nuevo la cabeza para confirmarlo: no me quitaba ojo. ¿Qué quería? ¿Pasaba algo?


Estaba algo retirado de su urinario, y bajando la vista vi que se agarraba la polla dura, y para nada estaba meando. Volví a concentrarme en mi meada. En realidad ya había terminado, y ahora estaba ahí, con la polla fuera, paralizado por la impresión.


Había oído hablar de tíos que tienen sexo en el campo, en baños, etc., pero esto me parecía casi algo más relacionado con una peli porno que con la vida real. Nunca me había encontrado algo así. Y, de repente, poco después de empezar a disfrutar como loco de las mamadas que me hacía Álex en mi primera experiencia con un chico, me topo con un tío que estaba empalmado a mi lado, los dos solos en el baño. ¿El destino?


¿Y ahora? Volví a mirarle. No se había movido ni un milímetro. Menos la mano, esa la movía despacio. Imagino que esperaba a comprobar si me interesaba o si me iba a pirar y tendría que esperar a otro. ¿Cuánto llevaría ahí, con el rabo duro, esperando a alguien con quien liarla? ¿O se le habría puesto duro por mí?


Me fijé mejor en él. Era latino, guapo, con un bonito tono de piel. Pelo negro, boca sexy. Más o menos de mi edad, menos musculoso pero con buen cuerpo, tatuado. Rabo muy normalito, al menos comparado con el de Álex, que era con el que yo podía comparar (además del mío, que es bastante más gordo y algo más largo).


Me hizo un gesto con la cabeza que no supe interpretar bien, probablemente porque pensó que si no me guardaba el rabo al terminar de mear y me quedaba mirándole, era porque le seguía el juego. Y luego se metió en una de las cabinas, dejando la puerta entornada.


No supe qué hacer. Me pregunté por un momento qué haría si entraba alguien. Y qué estarían haciendo mis amigos. Luego me guardé la polla, tragué saliva, me di la vuelta y avancé despacio hacia la cabina.


Abrí la puerta y me lo encontré sentado en la taza, con los pantalones bajados y meneándosela sin reparo. Me saludo con las palabras "pasa y dame tu leche", toda una invitación elegante.


Así que pasé y cerré la puerta a mi espalda, con cierta dificultad porque casi no quedaba espacio ahí dentro. Sin mediar una sola palabra más se aferró a mi pantalón como si le fuera la vida en ello, me lo desabrochó, me lo bajó junto con mi calzoncillo, descubrió mi polla y se amorró a ella. Una cadena de movimientos tan fluida que demostraba la enorme práctica que debía de tener en ella. Así que me dejé hacer pensando que este chico sabía lo que hacía.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Gus se folla un culo, segunda parte





—Apuesto a que mi polla puede hacer por tu culo tanto como tu culo por mi polla... —Le aseguré. Su invitación me había puesto a mil.


Llegamos a su cuarto, y me empujó sobre la cama, con sábanas azules como las de la foto que me había enviado. Quedé en ella boca arriba, y él se puso encima, de espaldas, ofreciéndome su culo. Ahora que lo veía tan cerca me pareció de ensueño. Noté perfectamente como mi polla se endurecía todavía más viendo esa redondez suave, el canal entre las nalgas, el ano diminuto entre medias, las piernas rodeando las mías, sus huevos y su polla dura, debajo. Alargué una mano y le acaricié los testículos, agarrando luego su rabo y masturbándole despacio. Gemía bajito.
Después me asaltó el pánico: tenía su agujerillo ahí, cerradito, apretado. Y yo me miraba mi rabo y pensaba que ni de coña entraba por ese huequecito. Y no supe qué hacer, no quería hacerle daño, aunque sabía que el sexo anal puede costar un poco. Quería que fuera bien, para mí estaba siendo genial, y no quería cagarla por mi inexperiencia de novato.


—Eeeeh, oye... la verdad es que no sé muy bien qué hacer ahora —le confesé—. Es decir, sé que quiero follarte, disfrutar a pollazos de este pedazo de culo, pero no quiero que te duela...


—Eres un encanto para ir tan de chulito —me dijo divertido—. Mira, entiendo que te has comido algún coño alguna vez. Es parecido, tú imagina que es lo mismo, y cuando esté listo te avisaré para que "disfrutes a pollazos".


Así que me dispuse a hacerlo.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Gus se folla un culo, primera parte


Mi primera mamada con otro chico fue realmente genial. Al final quedamos en que nos avisaríamos si alguna vez nos apetecía comernos los rabos. Pero yo quería más. Quería follar.


Me acordé del mensaje que recibí en el perfil que me hice de un chaval que me pareció guapo, aunque con pluma. Entré en mi cuenta. Tenía tres mensajes más: un viejuno, uno con una foto a todas luces falsa y un feúcho. Este último me cayó simpático, siempre he pensado que los feos y las feas se esfuerzan más, por compensar supongo, y te dan grandes polvos. Por un momento me dio curiosidad... Pero el chico que recordaba me pareció guapete, y busqué entre los mensajes antiguos.


Ahí estaba: un chico de 25 años, aunque aparentaba 18, rubito, melenita, delgado, imberbe. Un poco pose en las fotos, se le veía algo femenino, pero no pensé que eso fuera a impedir que se me pusiera bien dura si en la realidad era como en las fotos. Le contesté al mensaje aclarando que buscaba follar, por si acaso. Las mamadas estaban muy bien, pero yo quería mojar el churro ya.


Al día siguiente entré al perfil. Junto con otro par de mensajes que no me gustaron estaba uno del chaval. Por toda respuesta me enviaba una foto con su culazo. Suave, redondito y precioso. Me empalmé antes de darme cuenta. Parecía un poco el trasero de una chica, sin vello en las piernas y delgado, si no fuera por los huevos y el rabo que asomaban debajo. Se me hizo la boca agua.



Le contesté enseguida para quedar.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Protagonistas de los relatos: Álex

 

Álex es un chaval de 22 años, espabilado, inteligente y buena persona.
Tiene un par de ojazos azules, un pelo que se deja cuidadosamente despeinado y un cuerpo fibradito y marcado. Con su cara de niño bueno no tendría problemas para ligarse a quien quisiera, si no fuera porque es un poco patoso y eso le vuelve algo inseguro. Si hay algo con lo que se pueda tropezar, se tropezará. Si hay alguna posibilidad de caerse, se caerá. Si es posible meter la pata de algún modo, la meterá.


Esto lo compensa con un carácter encantador y siendo alguien de total confianza y honestidad: tiene cara de niño bueno porque realmente es un buen chico.

jueves, 3 de agosto de 2017

Álex y Hugo, mamada en el bus 2






Llegó la hora. Me había pasado toda la mañana esperando el momento de coger el autobús de vuelta a casa. No paraba de preguntarme si Hugo iba en serio cuando me dijo que le apetecía probar a que se la chupara ahí mismo, en el bus (puedes leerlo aquí). Había estado medio ausente en clase en la Universidad. Me había colocado cada mechón de pelo cuidadosamente para que estuviera desenfadadamente despeinado. Me había echado extra de colonia (quizás demasiado extra). Y estaba muerto de nervios y anticipación. Ni que fuera el primer rabo que me zampaba. Pffff. Si se me da genial... Es solo que quería que saliera bien...


Y ahí estaba, haciendo su entrada cuando el autobús llegó a su parada. Tan guapo como siempre, esta buenísimo. Me hice un poco el despistado, por disimular, aunque mirando de reojo por si me hacía alguna señal o algo. No pude ver que me mirara.


El autobús hizo su ruta y fue descargando viajeros, mientras yo no podía parar quieto pensando en si pasaría algo o no. Por fin llegó a la última parada antes de enfilar la carretera hasta nuestro pueblo, Teníamos un ratillo por delante, y solo quedábamos él y yo en el bus, como de costumbre. En cuanto arrancó quitó su mochila del asiento a su lado, y la dejó en el suelo. Lo tomé por una invitación, respiré hondo y me cambié de sitio, procuarndo no tropezar esta vez, como el día anterior.


Y nos quedamos muy quietos mirando hacia delante. De repente el conductor se me presentó como una amenaza muy tangible. ¿Y si nos pillaba? No era fácil, los asientos ocultarían toda la acción. A mí no se me vería, y de él solo se vería que ponía cara de gusto... ¿Eso sería sospechoso? ¿Se suele poner cara de gusto cuando se viaja en bus? No pude pensar más, porque empezó a hablarme:


—Bueno, Álex, ¿qué tal hoy? —No me dio tiempo de contestar una parrafada sobre los efectos de los ataques de nervios y pánico sobre el tránsito intestinal, era una pregunta retórica—. Ayer quedamos en algo, ¿te sigue interesando?