miércoles, 27 de diciembre de 2017

La Nochevieja de Gus y Edu



Era Nochevieja o, mejor dicho, ya Año Nuevo. Tras celebrar el paso de año con mi familia salí por ahí. Suelo ir de fiesta con los amigos y empezar el año follando un chochete, pero esta vez me había dejado liar por Edu, que me había prometido una sorpresa muy especial. A saber lo que habría preparado ese loco. Me apetecía estrujar un buen par de tetas para empezar bien el año, pero reconozco que apretarme el culo fantástico de Edu tampoco sería mal comienzo.


Me llevó a un garito que resultó ser un bar gay, lleno de tíos de todas las edades y condiciones, que me miraban al pasar.




—Joder Edu, ¿pero a dónde me has traído?


—Tranquilo, tú tómate algo mientras voy a comprobar que esté todo preparado.


—¿Preparado? ¿Preparado el qué? A ver la que estás liando que a mí esto me mosquea...


Pero se marchó sin hacerme caso, así que pedí una copa, sintiéndome observado por los chicos de alrededor. No es que me molestara ser el centro de atención, pero me empezaba a agobiar tanta miradita, y fue peor cuando empezaron a entrarme y tuve que empezar a decir que no. A punto estuve de enrollarme con algún buenorro de lo harto que estaba de esperar a Edu, cuando por fin apareció, le dijo "quita fresca" al tío que trataba de ligar conmigo en ese momento y me llevó a rastras.


—No se te puede dejar solo ¿eh? —me dijo mientras tiraba de mí hacia una escalera al fondo del local— Me voy un momento y ya tienes una corte de pretendientes.


—Es que te has ido mucho rato y yo estoy bien rico. La próxima no te espero.


—Ya , pues te hubieras perdido tu sorpresa —dijo mientras subíamos la escalera y yo me temía que fuera a meterme en algún cuarto oscuro de esos y pasara cualquier cosa—. Ya sabes que en Nochevieja hay varias tradiciones: comer las uvas, almorzar lentejas, dar un salto hacia delante... Bueno, pues yo voy a hacerte el favor de tu vida. Este local tiene un salón privado que me han prestado (la polla del dueño es una vieja amiga de mi culo), y he organizado una nueva tradición: ¡la ginkana del folleteo! He hecho un hastag y todo: #ginkanafolleteo.


—¿Qué mierda de nombre es ese? —respondí desconcertado.


—Bueno, al nombre ya le daré una vuelta cuando se convierta en costumbre internacional. El caso es que he tirado de agenda para que ganes experiencia en esto de follar con chicos, y puedas comparar y darte cuenta de la suerte que tienes de que mi culo esté siempre preparado para ti.


—Claro, como que a ti no te gusta esta —repuse agarrándome el paquete y haciendo un gesto obsceno que Edu ignoró completamente.


Abrió la puerta de la sala privada y lo que vi me dejó sin palabras. Dentro había 11 chicos, 12 si contamos a Edu, repartidos por la sala, cada uno en alguna postura sexual, alguno vestido pero casi todos en bolas, como esperándome a mí, de varias edades y aspectos. Me empalmé al instante y salivé de gusto...

miércoles, 20 de diciembre de 2017

La Navidad de Álex y Hugo

Lo bueno de la Navidad es que la familia se reúne. Así que mientras la mía iba a visitar a una tía viejísima y la de Hugo hacía algo similar, nosotros habíamos quedado para vernos antes de ir a la cena familiar. Así iríamos descargaditos y tendríamos más tolerancia a los familiares.


Así que ahí estaba yo, llamando al timbre de Hugo con un paquete. Bueno, dos, porque el mío propio me cosquilleaba de impaciencia...
Por fin me abrió, con su sonrisa de siempre y ese cuerpazo que estaba deseando disfrutar. Me miró el paquete, el que llevaba en brazos, y me dijo que él no me había comprado nada, un poco azorado. Le resté importancia y fuimos a su cuarto. Allí empecé a hacer de las mías: me tropecé con la alfombra y el paquete salió despedido, dándole a Hugo en la cocorota, antes de que lo atrapara al vuelo.


—Joder tío —me dijo mientras le iba saliendo un chichón—, sí que estabas impaciente por dármelo...


—Bueno, es una forma como cualquier otra de entregarlo —me defendí—. Ya que lo tienes, ábrelo...


Arrancó el floripondio que le había puesto de adorno y luego el papel de regalo. Abrió la caja y en su cara se dibujó una expresión de sorpresa mezclada con pasmo. Metió la mano en la caja y sacó un consolador con forma de polla.


—Esto es muy grande para mí... No me va a entrar —dijo con un hilillo de voz, en el que se mezclaban la ansiedad por probarlo enseguida y el miedo por las dimensiones del objeto.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Álex y Hugo vuelven de cruising al centro comercial

Hugo me había contado cómo una vez se encontró con un chico que se la chupó en el baño del centro comercial, y me convenció para probar a ir de nuevo. Así que nos acercamos al centro comercial de FuckingCity. Pensé que total, si no encontrábamos nada, siempre podríamos descargar en el bus a la vuelta, tal y como hacíamos otras veces.


Entramos en el Paul & Cock y nos pusimos a mirar algo de ropa. Me fijé en un chaval que nos miraba. Bueno, eso creo. El caso es que era oriental, y como tienen los ojos así, como entornados, pues no lo tenía claro. Y no era cuestión de cantearme fijándome bien. Se lo comenté a Hugo, y me dijo que lo observaría. Se fue por su lado y yo seguí mirando unas camisetas. Al ratito volvió y me dijo que sí, que no me quitaba ojo de encima, y que cuando no me miraba a mí discretamente, le miraba a él.


A lo mejor es de los de seguridad esos que van de incógnito, como si fueran clientes, y piensa que queremos robar o algo. Si es que llevas unas pintas... argumenté sin estar convencido.


¿Qué pasa? Pintas, mis cojones. A mí me queda todo bien. Y yo creo que no es de seguridad porque solo nos mira a ti y a mí, no vigila a todo el mundo.


Seguimos a lo nuestro, aunque nos fijamos en que el chico parecía ir mirando ropa por donde nosotros pasábamos.


¿Crees que debería entrarle? Me dijo Hugo muy animoso.


Pues no sé, chico. Tampoco es cuestión de montarla si resulta que nos equivocamos. ¿Qué vas a hacer? ¿Ir y decirle que si te zampa el rabo?


Contigo funcionó de maravilla argumentó Hugo con mucho acierto, para qué negarlo.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Edu y Gus repiten







Pocas veces repito polvo con alguien: en la variedad está el gusto. Pero cuando encuentro un rabazo bueno me replanteo mis opciones. O quizás es que estoy sentando la cabeza, yo qué sé. El caso es que cuando Gus me dijo que si nos veíamos para repetir polvazo, acepté.


No sé si fue un error, porque ahora le tengo ahí, en mi sofá, contándome no sé qué muermazo sobre un viejuno que se folló el otro día. Lo cierto es que el chaval está bien rico, con su pinta de malote, su ropa deportiva, su cuerpazo marcado y su rabo interminable. Pero la chapa que me está soltando me aburre. Por mí genial si le encantó con el gordo, pero que no me venga con que ese culo gordo pero plano (son sus palabras) era mejor que el mío bien firme y redondito. Si no lo fuera no habría vuelto: está claro que quiere comparar porque recuerda lo bien que le sentó follar mi agujerito cerrado. Pero me aburro, y cuando me aburro me da hambre. Y tenía bien claro lo que quería comerme. Llevaba un rato sin escucharle, así que ni siquiera sé lo que decía cuando le interrumpí con una frase del estilo de "sí, sí, está genial que expandas tus horizontes sexuales" y eché mano ávida de su paquete.


Y justo entonces:


—¡Cariño, soy yo! ¡Sácate lo que tengas en la boca! —Se oyó decir desde la puerta de entrada con voz chillona. Gus dio un respingo.


—¿Qué coño es eso? —dijo quitándome bruscamente la mano del paquete.


—Mi madre —dije masajeándome las sienes, anticipando lo que se avecinaba. En qué mala hora le di llaves de mi casa... Que si mira que si un día las pierdes, o se te olvidan, o algo, así no tienes que llamar al cerrajero. Un argumento convincente, y piqué como un pardillo.


Así que la buena señora apareció en mi salón. Se quedó plantada cuando vio a Gus sentado a mi lado. Le miró de arriba a abajo y frunció el ceño como solo saben hacerlo las madres.


—Buenas —dijo, un poco seca. Y luego se dirigió a mí con un susurro perfectamente audible—: cariño, si esto es un atraco y no puedes decirme nada, guiña un ojo dos veces y aviso a la policía.


—Mamá, no es un atraco. te presento a Gus, un amigo.


—Ah. Como con esas pintas parece un macarra...