miércoles, 28 de marzo de 2018

Paja en grupo de Hugo


Llegamos a mi casa, para hacer un trabajo para la Universidad. No había nadie, así que nos pusimos cómodos en mi cuarto: soltamos las mochilas por ahí, nos pusimos algo de picar y encendí el ordenador. Somos buenos amigos, aunque ninguno sabe la curiosidad que me provoca el sexo gay ni que llevo un tiempo follándome a un chico...


 A Ramón lo conozco desde pequeño, y somos la mejor prueba de integración multirracial: su piel bronceada no puede ser más diferente de la mía, tan paliducha que enseguida me quemo. Llevaba una camisa burdeos que hacía un contraste perfecto con su piel latina. Nunca había habido nada sexual entre nosotros, éramos los mejores amigos y compañeros de fiesta. 
 A Andrés y a Óscar los conocimos en la Uni. Son un par de hermanos casi idénticos, guapos, con un cuerpazo espectacular y unos ojazos flipantes. Óscar tiene el pelo un poco más oscuro que su hermano, pero por lo demás casi parecen gemelos, aunque se llevan un año. Me ponen sus pecas. Y si os preguntáis si alguna vez he fantaseado con montármelo con los dos a la vez, la respuesta es que claro que sí… ¡Están tremendos! Pero son muy heteros. Algo tímidos, lo cual puede hacer dudar al principio, pero heteros al 100%. Una lástima. Hoy llevan unas camisetas ajustadas que me han puesto muy burro.
Manu parece un modelo: rostro andrógino de piel perfecta, peinado a la moda, fibrado bien marcado y ropita pija. Hoy lleva una camisa celeste bastante sexy. Es tan guapo que en realidad me pone menos que otros chicos, quizás me achanta, no sé…
Los otros dos chicos del grupo son Antonio y Pedro, los dos barbitas. Pedro siempre se queja de ser el que menos liga del grupo, aunque es atractivo, con pinta más de malote gracias a sus tatuajes. Antonio tiene un sex appeal animal. Moreno de ojos claros y pinta de rockero rebelde, no hay chochito que se le resista: ni el tono canela de Ramón, ni la pinta de niños buenos de Andrés y Óscar, ni mis musculitos… nada puede ganar al magnetismo de Antonio. El muy cabrón se las folla a todas.
Así que nos pusimos con el trabajo de la Universidad. Pero pasado un rato ya estaba un poco harto del trabajo. Hasta las pelotas, vamos. Y además me estaba meando. Óscar me preguntó dónde tenía los ejercicios de la lección 7, y le dije que en una carpeta en el escritorio del ordenador, que los fuera abriendo mientras iba al baño.
Y cuando volví estaban los seis alrededor del ordenador. Resulta que en lugar de los ejercicios habían encontrado mi carpeta de porno… Primero creí que me moría de vergüenza al entrar en el cuarto y escuchar el típico choquetazo de caderas de una follada. Y luego entré en pánico pensando en si habrían visto la carpeta de porno gay. Así que casi fue un alivio cuando escuché a alguna actriz gemir de gusto.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Matt y Álex en el trabajo



Por las mañanas trabajo de becario en el departamento de comunicación de una empresa. Hago lo que me manden, especialmente componer post para el blog, que luego revisa mi jefe, un tío bueno impresionante, algo mayor que yo, muy guapo (no sé si me da más morbo con las gafitas o sin ellas), y con pinta de buenorro debajo de la camisa, que me pone… Buff! Además parece tímido, y buena persona, así que me gusta un montón, aunque claro, no parece gay y es mi jefe, así que ni se me ocurre tirarle la caña. Se llama Matt.

Cuando no patrullo las calles como MegaGuy, cuando soy un civil más, dirijo el departamento de comunicación en la empresa donde trabajo, aunque eso ya os lohe contado. Siendo Matt soy bastante más tímido que siendo MegaGuy. Soy… pues una persona normal, supongo. Cada mañana, a unos metros de mi mesa, se sienta un becario nuevo. Un chico guapo, de pelo revuelto y fibradito. Me gusta su expresión, me da buen rollo. Después de andar tanto entre criminales, uno aprende a distinguir a los buenos, y este chico me gusta muchísimo. Ojalá no fuera su jefe, porque no sentiría que es tan inapropiado. O que al menos me diera alguna señal de que le van los tíos. Eso ayudaría también. Pero supongo que un chaval así tendrá novias mil y no se fijará en el tarado cuatro ojos de su jefe, algo mayor que él y que tartamudea cuando le habla. Aunque también él es patoso, deliciosamente patoso. Siempre se está tropezando o tirando cosas. Me encanta. Se llama Álex.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Hugo y su amiga

Cuando nos conocimos, a ella le había engañado su novio y a mí, mi novia: éramos dos idiotas con penas similares, así que acabamos curándolas en la cama. Desde entonces mantenemos una relación terapéutica: nos llamamos de vez en cuando, quedamos, follamos como descosidos y nos despedimos tan felices hasta la siguiente ocasión.  No puedo quejarme, porque encima está bastante buena…




Llevo una temporada bien servido con mis encuentros con Álex, que son la caña, pero echo de menos follar con chicas, así que he quedado con ella. Como siempre, voy yo a su casa. Llamo y me recibe en ropa interior. No nos entretenemos en cruzar muchas palabras, sabemos para qué quedamos y vamos al grano.


El encaje de su sostén expandido por sus tetas me pone a mil instantáneamente. Paseo la vista por su cuerpo, descendiendo despacio, cruzando su ombligo y llegando a sus braguitas y sus piernas sin fin. Y como siempre, empujo la puerta, caliente y cachondo, y entro en su casa, la echo contra la pared del recibidor y cierro con un puntapié. La beso y su lengua se mete en mi boca, ávida y brusca. A veces es cariñosa, otras es más atrevida. Parece que esta vez toca día de caña…

miércoles, 7 de marzo de 2018

Compartiendo a Gus


Volví a ver de vez en cuando a mi madurito después de aquella primera vez, aunque no para maratones de sexo como entonces, simplemente para polvazos puntuales. Y siguió pagándome; yo ya no pensaba en ello, sabía que lo hubiera hecho igual sin dinero. No voy a mentirme a mí mismo: me gustan los tíos buenos, y de hecho este es el único maduro al que me follo. Es más que probable que no me lo hubiera ni planteado si él no me hubiera hecho la oferta económica que me hizo pensarlo. Es totalmente opuesto a como me gusta un hombre: calvo, gordo, mayor y muy peludo. Pero aunque ahora tengo un follamigo y la intención de formar un grupito, y me tiro chicas a puñaos, sigo viéndole. Me pone muy cachondo saber que un señor así, mayor, maduro, con su traje, todo un ejecutivo, se vuelve inseguro y casi tímido conmigo. Me gusta saber cuánto le excito, me hace sentir genial, y seguimos follando. El sexo también es estupendo: se esfuerza un montón. Está el tema de los pies, que a mí no me va, pero él es un poco fetichista. Tampoco demasiado, por ejemplo no le van las zapas, y puedo ir con los pies limpios, no le va el olor. Se limita a juguetear con ellos un rato y lamerlos. A mí ni fu ni fa, pero le concedo ese momento.


Hoy, sin embargo, me ha parecido que ocurría algo raro cuando he llegado a su casa. Me ha recibido en camisa, sin corbata, en vez de con el traje completo, como suele hacer. Y cuando me ha llevado al salón he visto en la mesa dos posavasos y un solo vaso.


Mi madurito (debería preguntarle el nombre alguna vez) estaba algo nervioso, y ha empezado a hablar a trompicones. Me ha dicho que en su habitación tiene a un amigo al que ha hablado de mí, y básicamente quiere que me enrolle con él.