miércoles, 27 de diciembre de 2017

La Nochevieja de Gus y Edu



Era Nochevieja o, mejor dicho, ya Año Nuevo. Tras celebrar el paso de año con mi familia salí por ahí. Suelo ir de fiesta con los amigos y empezar el año follando un chochete, pero esta vez me había dejado liar por Edu, que me había prometido una sorpresa muy especial. A saber lo que habría preparado ese loco. Me apetecía estrujar un buen par de tetas para empezar bien el año, pero reconozco que apretarme el culo fantástico de Edu tampoco sería mal comienzo.


Me llevó a un garito que resultó ser un bar gay, lleno de tíos de todas las edades y condiciones, que me miraban al pasar.




—Joder Edu, ¿pero a dónde me has traído?


—Tranquilo, tú tómate algo mientras voy a comprobar que esté todo preparado.


—¿Preparado? ¿Preparado el qué? A ver la que estás liando que a mí esto me mosquea...


Pero se marchó sin hacerme caso, así que pedí una copa, sintiéndome observado por los chicos de alrededor. No es que me molestara ser el centro de atención, pero me empezaba a agobiar tanta miradita, y fue peor cuando empezaron a entrarme y tuve que empezar a decir que no. A punto estuve de enrollarme con algún buenorro de lo harto que estaba de esperar a Edu, cuando por fin apareció, le dijo "quita fresca" al tío que trataba de ligar conmigo en ese momento y me llevó a rastras.


—No se te puede dejar solo ¿eh? —me dijo mientras tiraba de mí hacia una escalera al fondo del local— Me voy un momento y ya tienes una corte de pretendientes.


—Es que te has ido mucho rato y yo estoy bien rico. La próxima no te espero.


—Ya , pues te hubieras perdido tu sorpresa —dijo mientras subíamos la escalera y yo me temía que fuera a meterme en algún cuarto oscuro de esos y pasara cualquier cosa—. Ya sabes que en Nochevieja hay varias tradiciones: comer las uvas, almorzar lentejas, dar un salto hacia delante... Bueno, pues yo voy a hacerte el favor de tu vida. Este local tiene un salón privado que me han prestado (la polla del dueño es una vieja amiga de mi culo), y he organizado una nueva tradición: ¡la ginkana del folleteo! He hecho un hastag y todo: #ginkanafolleteo.


—¿Qué mierda de nombre es ese? —respondí desconcertado.


—Bueno, al nombre ya le daré una vuelta cuando se convierta en costumbre internacional. El caso es que he tirado de agenda para que ganes experiencia en esto de follar con chicos, y puedas comparar y darte cuenta de la suerte que tienes de que mi culo esté siempre preparado para ti.


—Claro, como que a ti no te gusta esta —repuse agarrándome el paquete y haciendo un gesto obsceno que Edu ignoró completamente.


Abrió la puerta de la sala privada y lo que vi me dejó sin palabras. Dentro había 11 chicos, 12 si contamos a Edu, repartidos por la sala, cada uno en alguna postura sexual, alguno vestido pero casi todos en bolas, como esperándome a mí, de varias edades y aspectos. Me empalmé al instante y salivé de gusto...

miércoles, 20 de diciembre de 2017

La Navidad de Álex y Hugo

Lo bueno de la Navidad es que la familia se reúne. Así que mientras la mía iba a visitar a una tía viejísima y la de Hugo hacía algo similar, nosotros habíamos quedado para vernos antes de ir a la cena familiar. Así iríamos descargaditos y tendríamos más tolerancia a los familiares.


Así que ahí estaba yo, llamando al timbre de Hugo con un paquete. Bueno, dos, porque el mío propio me cosquilleaba de impaciencia...
Por fin me abrió, con su sonrisa de siempre y ese cuerpazo que estaba deseando disfrutar. Me miró el paquete, el que llevaba en brazos, y me dijo que él no me había comprado nada, un poco azorado. Le resté importancia y fuimos a su cuarto. Allí empecé a hacer de las mías: me tropecé con la alfombra y el paquete salió despedido, dándole a Hugo en la cocorota, antes de que lo atrapara al vuelo.


—Joder tío —me dijo mientras le iba saliendo un chichón—, sí que estabas impaciente por dármelo...


—Bueno, es una forma como cualquier otra de entregarlo —me defendí—. Ya que lo tienes, ábrelo...


Arrancó el floripondio que le había puesto de adorno y luego el papel de regalo. Abrió la caja y en su cara se dibujó una expresión de sorpresa mezclada con pasmo. Metió la mano en la caja y sacó un consolador con forma de polla.


—Esto es muy grande para mí... No me va a entrar —dijo con un hilillo de voz, en el que se mezclaban la ansiedad por probarlo enseguida y el miedo por las dimensiones del objeto.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Álex y Hugo vuelven de cruising al centro comercial

Hugo me había contado cómo una vez se encontró con un chico que se la chupó en el baño del centro comercial, y me convenció para probar a ir de nuevo. Así que nos acercamos al centro comercial de FuckingCity. Pensé que total, si no encontrábamos nada, siempre podríamos descargar en el bus a la vuelta, tal y como hacíamos otras veces.


Entramos en el Paul & Cock y nos pusimos a mirar algo de ropa. Me fijé en un chaval que nos miraba. Bueno, eso creo. El caso es que era oriental, y como tienen los ojos así, como entornados, pues no lo tenía claro. Y no era cuestión de cantearme fijándome bien. Se lo comenté a Hugo, y me dijo que lo observaría. Se fue por su lado y yo seguí mirando unas camisetas. Al ratito volvió y me dijo que sí, que no me quitaba ojo de encima, y que cuando no me miraba a mí discretamente, le miraba a él.


A lo mejor es de los de seguridad esos que van de incógnito, como si fueran clientes, y piensa que queremos robar o algo. Si es que llevas unas pintas... argumenté sin estar convencido.


¿Qué pasa? Pintas, mis cojones. A mí me queda todo bien. Y yo creo que no es de seguridad porque solo nos mira a ti y a mí, no vigila a todo el mundo.


Seguimos a lo nuestro, aunque nos fijamos en que el chico parecía ir mirando ropa por donde nosotros pasábamos.


¿Crees que debería entrarle? Me dijo Hugo muy animoso.


Pues no sé, chico. Tampoco es cuestión de montarla si resulta que nos equivocamos. ¿Qué vas a hacer? ¿Ir y decirle que si te zampa el rabo?


Contigo funcionó de maravilla argumentó Hugo con mucho acierto, para qué negarlo.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Edu y Gus repiten







Pocas veces repito polvo con alguien: en la variedad está el gusto. Pero cuando encuentro un rabazo bueno me replanteo mis opciones. O quizás es que estoy sentando la cabeza, yo qué sé. El caso es que cuando Gus me dijo que si nos veíamos para repetir polvazo, acepté.


No sé si fue un error, porque ahora le tengo ahí, en mi sofá, contándome no sé qué muermazo sobre un viejuno que se folló el otro día. Lo cierto es que el chaval está bien rico, con su pinta de malote, su ropa deportiva, su cuerpazo marcado y su rabo interminable. Pero la chapa que me está soltando me aburre. Por mí genial si le encantó con el gordo, pero que no me venga con que ese culo gordo pero plano (son sus palabras) era mejor que el mío bien firme y redondito. Si no lo fuera no habría vuelto: está claro que quiere comparar porque recuerda lo bien que le sentó follar mi agujerito cerrado. Pero me aburro, y cuando me aburro me da hambre. Y tenía bien claro lo que quería comerme. Llevaba un rato sin escucharle, así que ni siquiera sé lo que decía cuando le interrumpí con una frase del estilo de "sí, sí, está genial que expandas tus horizontes sexuales" y eché mano ávida de su paquete.


Y justo entonces:


—¡Cariño, soy yo! ¡Sácate lo que tengas en la boca! —Se oyó decir desde la puerta de entrada con voz chillona. Gus dio un respingo.


—¿Qué coño es eso? —dijo quitándome bruscamente la mano del paquete.


—Mi madre —dije masajeándome las sienes, anticipando lo que se avecinaba. En qué mala hora le di llaves de mi casa... Que si mira que si un día las pierdes, o se te olvidan, o algo, así no tienes que llamar al cerrajero. Un argumento convincente, y piqué como un pardillo.


Así que la buena señora apareció en mi salón. Se quedó plantada cuando vio a Gus sentado a mi lado. Le miró de arriba a abajo y frunció el ceño como solo saben hacerlo las madres.


—Buenas —dijo, un poco seca. Y luego se dirigió a mí con un susurro perfectamente audible—: cariño, si esto es un atraco y no puedes decirme nada, guiña un ojo dos veces y aviso a la policía.


—Mamá, no es un atraco. te presento a Gus, un amigo.


—Ah. Como con esas pintas parece un macarra...

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Gus se folla a un... ¿DILF?

No sé si D.I.L.F. (dad I'd like to fuck) lo describe bien... Yo había tenido fantasías con las madres de mis colegas. Bueno, con las que tienen bigote no... Y había visto alguna escena porno con M.I.L.F.'s. Pero para empezar no sé si el madurito con el que contacté el otro día  es padre, y además no es que sea especialmente atractivo. Lo tenía ahora delante de mí, impecablemente vestido con su traje caro y sus zapatos brillantes, y no era precisamente George Clooney a pesar de ello. Calvo, con más pelo en la barba que en la cabeza. Cara redonda y mofletuda. Barriga que su americana no ocultaba. Y más que rechonched en general. Salvo en el culo. ¿Por qué tantos hombres, con los años, desarrollan un culo plano? Él lo tenía grande, porque estaba gordo, pero plano, inexistente. Le faltaba una dimensión. Era perturbador. Menos mal que solo le vi por detrás cuando me guió desde la puerta de entrada hasta el salón de su casa.

Y esa es otra. Porque ahí estaba. Había cumplido como quedamos y fui el sábado por la mañana a verle. Y me encontré con un decorado rococó fuera del tiempo. La alfombra era un crimen. Y que las paredes y tapizados fueran a juego era inenarrable. No soy especialmente culto, nunca pensé que en mi vida usaría la palabra inenarrable. Ni siquiera sé cómo la conozco, a quién se la habré oído, pero ahora se había instalado en mi cerebro y no había forma de acallarla. Mirara donde mirara una vocecita repetía "inenarrable, inenarrable".

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Gus practica cybersexo

Decidí coger el portátil y revisar el perfil social que tantas alegrías me estaba dando en esto de conocer colegas a los que perforar el culo. Tenía varios mensajes. Volvía a haber un mensaje como aquel que me pareció gracioso al principio, el de la poesía:


Menudo rabo,
si quieres te lo ordeño.

Con mucho gusto te la mamo

y encima te doy dinero




Ya había probado a comerme un rabo y a que me la comiera otro chico. Y por fin me había follado un culo, además el de un chaval que me había flipado y al que seguro volvería a follarme muchas veces. Me pregunté si tal vez podría explorar un poco más. Sentía curiosidad por tríos, orgías, gang bangs, penetración doble... Un montón de cosas que a los actores porno parece encantarles. Incluso me fliparía ser actor porno. Pero no estaba seguro sobre lo de hacerlo por dinero. Aunque en eso consiste también lo de ser actor porno...


Decidí que tampoco perdía nada por echar un vistazo al perfil de ese tío. Sin fotos y poca descripción: cuarenta y muchos que ya serían cincuenta y tantos probablemente, una relación estatura-peso que sugería que estaba fondoncillo, y velludo. Tampoco me daba muchos datos. La verdad es que me dio morbete pensar en follarme a un hombre mayor que yo. Es como una fantasía con una milf, pero con un señor. Así que tomé una decisión un poco para justificarme a mí mismo: si me dejaba verlo y físicamente me excitaba, aceptaría hacerlo, al margen del dinero (si me paga mejor, joder, pero no sería por eso). Le mandé un mensaje.


Al día siguiente revisé el perfil (no lo llevo en el móvil por discreción). Tenía la respuesta, y además él estaba también conectado justo entonces. Su mensaje decía que no me pasaba fotos, que no estaba fuera del armario. Nos fuimos mandando mensajes, yo diciendo que sin verle no quedaría, él resistiéndose y ofreciéndome pasta. Parecía un hombre educado y amable, lo cierto es que me cayó bien y me dio confianza, pero de todas formas quería verle. Al final supongo que el tío no quería perder la oportunidad de tener mi rabo, porque con reticencias accedió a que nos viéramos por cam.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Protagonistas de los relatos: Mike





Mike es un tiarrón de 35 años y piel de ébano. Piel que cubre un cuerpazo digno de un modelo fitness, musculoso y bien marcado. Brazos fuertes y pectorales grandes; abdominales duros y piernazas; un cuerpo perfecto, en resumen. Se lo curra bastante en el gym, donde además a veces incluye rutinas bastante calientes.

Sin embargo, la mejor parte de Mike está debajo de su pantalón de chándal. Nunca se ha medido el rabo, pero sabe que es el más grande que ha visto, y con un físico así Mike tiene bastante experiencia con chicos. Tal vez más de 25 ó 26 cm, por no hablar de su grosor.
Un buen pepito de chocolate relleno de rica crema para aquel que tenga una mandíbula lo bastante flexible como para tragarlo. O como para recibirlo por el ojete, si aguantan esa tercera pierna imponente abriendo su culo y rellenándoles.
Mike es gay, masculino y versátil, aunque mucho más activo. Si hace falta poner el culo para disfrutar de un buen polvo, Mike lo hace. Pero incluso los activos salivan al ver su rabo, y es natural que sientan curiosidad por probarlo. Un reto solo para los mejores culos. Pero si lo aceptan, Mike sabe cómo manejar su herramienta para que la experiencia sea la mejor de su vida.





Dicen que el chocolate es sustitutivo del sexo, pero lo mejor es tener sexo y chocolate, y Mike es el mejor ejemplo.


Para colmo es un buen hombre, inteligente, sencillo y honesto, que sabe disfrutar la vida y amigo de sus amigos. Todo un partidazo.



Edu va a ser el primero del grupo en darse cuenta de ello, y cuando el mejor culo se junte con la mejor polla, saltarán chispas.




Pero Edu no es egoísta, y seguro que comparte su descubrimiento con el resto del grupo... antes o después. Mike aportará algo que generará un montón de relatos excitantes: el rabo más grande que estos chicos han visto, y eso que ellos mismos no andan mal parados... Ve descubriendo aquí cada relato.




Ahora en Wattpad

martes, 31 de octubre de 2017

Terroríficas aventuras sexuales de Gus




Estaba, algo confuso, tumbado bocarriba en mi cama, que se movía bastante. Incorporé la cabeza un poco para averiguar por qué, y pasando la vista por mi abdomen llegué hasta mi rabo, que desaparecía dentro de un coño muy rico. Eso hizo que me espabilara bastante. Abrí mucho los ojos y me aseguré de que, efectivamente, me estaba follando un coño estupendo, muy húmedo y calentito, y que se tragaba mi pollón desde la punta hasta las pelotas. ¿Pero qué cojones estaba pasando? No me acordaba de nada... ¿Habría salido de fiesta y me había ligado a la piba que me estaba empotrando? ¿Me habrían drogado y por eso no me acordaba de nada? No creo: levantando la vista comprobé que esa chica tan buenorra no necesitaría drogar a nadie, cualquiera querría follársela: bonitas piernas en torno a mis caderas, precioso vientre, tetazas enormes que se movían hipnóticamente con sus subidas y bajadas, cuello largo enmarcado por una melena de rizos dorados y muy, muy guapa. Al llegar a su rostro me sorprendí todavía más: la chica tenía ocupada la boca con una polla. Todavía me sentía confuso, y cerré los ojos fuerte. Los abrí de nuevo unos segundos después, pero nada había cambiado; seguía follándome a esa diosa del sexo. Miré mi rabo, adentrándose en su chochito, y luego de nuevo el rabo que se estaba zampando ella, como para comprobar que no era el mío. Y ya me espabilé del todo.


Seguí aquel rabo hasta su propietario: un chico con buen cuerpo, músculos que se contraían al darle polla a la chica y un rostro sexy y guapo coronado por rizos también rubios, aunque cortos.
¿Qué cojones era todo esto? ¿Cómo me había ligado a estos dos? ¿Serían una parejita liberal? No me acordaba de cómo habíamos acabado en mi propia cama...

miércoles, 25 de octubre de 2017

Álex va a casa de Hugo, parte 3




Todavía me palpitaba el culo por la follada de la polla gorda de Hugo mientras yo le lamía el suyo. Le notaba nervioso, ahí, a cuatro patas al borde de la cama, conmigo de rodillas en el suelo detrás, pero parecía gustarle que se lo comiera. Mi lengua trazaba círculos húmedos en torno a su ano, para luego aventurarse y explorar el agujero, presionando en él, introduciéndose un poco.  Mis manos estrujaban sus cachetes, y mi aliento caliente golpeaba la raja entre sus nalgas.


Mi lengua ávida no dejaba de moverse, ensalivando su culete. Probé a acariciarlo a la vez con un dedo, deslizándolo en círculos lentos junto con mi lengua. Y cuando fui notándole más relajado me atreví a meter la punta del dedo en su culo. Se deslizó húmedo y caliente, y las paredes de su ano se cerraban en torno a él con fuerza. A pesar de ello decidí que ya estaba preparado y que no podía esperar más. Álex tío, me dije, si no se la clavas ya vas a correrte sin siquiera rozarle de lo cachondo que estás. Y es que iba a ser la primera vez que enterrara mi pollaza en un culito virgen. Me daba miedo no hacérselo bien y crearle un trauma de por vida, pero también me ponía a más no poder.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Álex va a casa de Hugo, parte 2



Hugo siguió comiéndome el rabo sin descanso. Le tenía agachado frente a mí, acariciándose su polla mientras su lengua lamía juguetona mi glande, para después tragarse mi rabo lo más hondo que podía y bombearlo dentro y fuera de su boca ensalivada. De vez en cuando levantaba la vista y me miraba con esos ojazos suyos, sin sacarse mi polla de la boca.


Cuando disfruté un rato de la mamada pensé en devolverle el favor. Me levanté y le incorporé agarrándole de los brazos. Quedamos de pie entre la silla y la cama, muy juntos. Nuestras pollas se juntaban entre nosotros, duras y expectantes. La mía era al menos un glande más larga que la suya, con sus buenos 19 cm, pero la suya era muy gorda.


Todavía no nos habíamos besado, y no estaba seguro de si un beso superaría la barrera de su curiosidad de hetero. Me acerqué lentamente, con una mano en su cintura y la otra en su trasero. Noté que él también me agarraba a mí, y supe que se estaba planteando también lo del beso, por cómo me miraba los labios. Me los humedecí y me acerqué más. Apenas quedaban unos centímetros entre nosotros. Cerré los ojos y pegué mis labios a los suyos. Los acaricié con un beso suave. En el primer momento no obtuve respuesta, pero después sus labios despertaron hambrientos y nos besamos con frenesí. Su lengua escapó de su boca para invadir la mía, y se entrelazó con mi lengua en una lucha húmeda. Supe en ese momento que aquel iba a ser un gran polvo, libre de los complejos y dudas que hubiera podido tener un chico con curiosidad pero que no había follado con otros chicos, como era Hugo. Y decidí esforzarme para que lo disfrutara. En realidad era una inversión: si lo pasábamos bien habría más posibilidades de repetir.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Alex va a casa de Hugo, parte 1



Nos fuimos a su casa directamente después de bajar del bus. No había nadie y en un periquete nos plantamos allí. Estábamos solos, tal y como él dijo.

—Álex, ponte cómodo —me invitó—. Voy a preparar algo de comer.

Solté la mochila por ahí y le seguí hasta la cocina, sin poder evitar clavar la vista en su trasero, redondo y duro bajo los vaqueros, realmente prometedor.

Hugo estuvo trasteando por la cocina y al final pareció decidirse por cocer algo de pasta. La pasta nunca falla, pensé. Al poco me dijo algo acerca del calor, no sé ni el qué, porque empezó a sacarse la camiseta y toda mi atención se centró en eso. Mi mirada quedó atrapada en las curvas de sus abdominales, que yo ya había palpado más que de sobra mientras se la mamaba en el bus, pero era la primera vez que los veía con espacio y con calma. Estaba muy bueno el cabrón, con un torsazo impresionante y bonitos pectorales. No tenía vello (bien sabía yo que llevaba rasurado hasta el púbico), y su piel suave me hizo salivar. Cuando casualmente levanté la vista hacia su cara comprobé que me observaba burlón, y al instante me puse tremendamente colorado.

—No te has puesto cómodo —insistió—. Podías haberte quedado sentado en el salón mientras hago la pasta, que eres mi invitado. Si quieres también puedes quitarte la camiseta, hace mucho calor en esta cocina cuando cocinamos.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Protagonistas de los relatos: Edu



Edu es un chico de pinta muy dulce, delgadito y con cara de no haber roto nunca un plato. Con sus rasgos suaves enmarcados por rizos dorados, parece salido de un cuadro renacentista. Pero esa pinta de ingenuidad esconde una naturaleza mucho más traviesa y guarrilla de lo que cabría esperar de él, pareciendo como parece un niño bueno.











Y es que, en cuanto Edu ve un rabo, se lanza, no puede evitarlo. Para suerte del propietario de ese rabo, que seguro que disfrutará de lo lindo de esa boca y ese culo de angelito.






miércoles, 27 de septiembre de 2017

Mike en el vestuario del gym, segunda parte




Así que ahí estaba yo, tras recibir un buen bibe cargadito, sentado a solas en el banco del vestuario del gimnasio, con el pollón bien tieso y reclamando mi atención.


Acabé de tragar la lefa que todavía impregnaba de sabor a polla mi boca, y me relamí los labios carnosos. Con mis manos acaricié mi torso musculado, mis enormes pectorales y los huecos entre mis abdominales, repartiendo el semen que había caído allí, extendiéndolo por mi piel de ébano, que brilló con la caliente humedad.


Después me llevé la mano a la barbilla y al cuello, por donde todavía me chorreaba esperma. Recogí el líquido y lo empleé para lubricar la punta de mi rabo. Me froté el glande con la mano mojada de la leche recién ordeñada al instructor del gimnasio, y quedó brillante y resbaladizo cuando su semen se mezcló con mi propio líquido preseminal.


Tenía la polla durísima, y los huevos a punto de estallar. Chupársela a ese tío siempre me ponía realmente caliente, no sé la razón. Y solo podía pensar en hacerme un buen pajote, sabía que no podría pensar en nada más que descargar hasta que mi rabo expulsara unos buenos chorros de lefa. Así que empecé la tarea.





Cualquiera podría entrar en el vestuario, y eso le añadía morbo. Me preguntaba qué ocurriría si alguien me pillaba, si se escandalizaría o si le fliparía mi enorme polla y me echaría una mano...

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Mike en el vesturario del gym




Me llamo Mike, soy negro y tengo la polla más grande que he visto. He estado con algunos negros y con muchos blancos y nadie la tenía tan grande como yo.


Además me cuido, y tengo un buen cuerpo, muy musculado y currado de gym. Me encanta pasearme desnudo por el vestuario del gimnasio. Procuro ir cuando sé que suelen estar llenos de tíos. Voy a las duchas en bolas, y si estaban ocupadas me quedo de pie esperando, sin problema. Al salir camino tranquilamente hasta el banco, con la toalla al hombro y la polla bamboleándose; los tíos me miran y sé que todos sienten envidia, deseo o asombro, o una combinación de las tres cosas. Sé que incluso los más heteros se mueren al menos por tocármela, por saber cómo es tener un rabo así; y los más atrevidos se mueren por mucho más.


Una vez hice una prueba: salí empalmado de la ducha, como si tal cosa. Los demás tíos me miraron, como siempre, pero al instante todas las bocas se abrieron y un momento después el suelo se volvió algo de increíble interés para todos, lo miraban sumamente concentrados. De reojo seguían vigilando mis intentos por calzarme los calzoncillos, y cómo finalmente tuve que desistir y enfundarme directamente los pantalones, metiendo el rabo por una de las pateras, junto a mi pierna. Me divertí bastante con el acaloramiento general de los vestuarios ese día.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Álex y Hugo, mamada en el bus 3

Los días de mamadas se fueron sucediendo tras esa primera vez en el bus. Disimulábamos hasta que quedábamos solos en la penúltima parada, y entonces me cambiaba a su asiento y me zampaba el rabo de Hugo. Él me sobaba la entrepierna hasta que me corría empapando el pantalón. Nunca me pareció que el conductor notara nada.


Era una forma estupenda de finalizar la mañana antes de llegar a casa. Pero lo cierto es que con el paso de los días fui queriendo algo más, la verdad. Que me sobara el paquete, teniendo en cuenta que era el primer acercamiento de Hugo al sexo con otros chicos, estaba bien, pero ya se me quedaba escaso. Además me contó que, inesperadamente, tuvo otra experiencia en un baño de un centro comercial hace poco, donde otro tío se la chupó. Me molestó un poco no tener ya el monopolio, pero también me hizo pensar que Hugo estaba muy dispuesto a curiosear. Así que cuando fuimos repitiendo mamada pensé que tendría suficiente curiosidad por el sexo gay como para forzar un poco los acontecimientos.


Empecé muy despacio. Esperé, como siempre, a que la gente se bajara del bus. La señora del bigote volvió a mirarme mal al pasar, me había quedado con el sambenito de "lo drogada que va la juventud", todo porque soy bastante patoso...


Me puse al lado de Hugo y bajé  a mamarle, como siempre, pero esa vez me desabroché la bragueta como pude en el poco espacio que tenía doblado entre los asientos y me saqué el nabo. No me puedo quejar de atributos, me gusta mi polla. Cuando entre gemidos silenciosos Hugo fue tanteando para llegar a mi paquete, se encontró el percal. Puso la mano sobre mi rabo; tanteó un poco, extrañado, y la retiró. Noté que se envaraba un poco, pero me hice el loco y seguí chupando como si nada, con glotonería. Me encantaba cómo esa polla llenaba mi boca, era tan gorda...


Pensaba acabar por pedirle que me masturbara, como todos los días, pero no hizo falta. Un poco después volvió a llevar despacio la mano hasta mi miembro, y lo cogió. Un poco flojo para mi gusto, parecía que estaba agarrando una pescadilla, pero bueno. Empezó a pajearme, despacio. Al hacerlo debió de sentir curiosidad por la longitud de mi polla, porque se retorció para verla. Dejé de chupársela un momento y me incorporé, para que la viera bien, aunque al hacerlo la soltó y su brazo quedó entre mi espalda y el asiento.


—¿Te gusta? ¿Va todo bien?


—Claro —me respondió, aunque no parecía seguro. No me quitaba ojo del rabo, de los 19cm de rabo que tengo. Tragó saliva. Continuó hablando algo inseguro—. No está nada mal, es más larga que la mía... Tienes buen rabo colega...


—Gracias. A mí el tuyo me flipa.


Y para demostrarlo reanudé la tarea, esforzándome más en mi mamada. Al momento noté que volvía a pajearme, con más seguridad esta vez.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Protagonistas de los relatos: Hugo
















Hugo es un chaval de 21 años que vive en el mismo pueblo que Álex, muy cerca de FuckingCity. De hecho va en bus cada día a la ciudad a estudiar en su Universidad.

Es el más cachitas de los chavales del grupo, con un cuerpazo bien definido. Rubio y de ojos verdes, es además bastante guapo, y esto, junto con su carácter abierto y desinhibido, le ha permitido ligar siempre todo lo que ha querido, aunque hasta hace poco había sido únicamente con chicas.






miércoles, 30 de agosto de 2017

Hugo de cruising en el centro comercial








Hugo, ven vamos a sentarnos ahí —dijo uno de mis colegas.


Estaba en un centro comercial, de compras con unos amigos y amigas. Llevábamos ya un rato paseando, probándonos ropa, haciendo el idiota en los probadores y riendo un montón.


Decidimos parar un momento y comer algo en uno de los restaurantes, antes de seguir viendo tiendas o ir al cine. Mientras los demás se sentaban a una mesa, vi que al lado estaban los lavabos, y yo tenía la vejiga a punto de estallar, llevaba ya un rato que apenas me aguantaba. Dije que iba al baño y me levanté. Una de mis amigas, con la que andaba tonteando, me dijo que no tardara o se lo comerían todo. Yo pensé en lo que me encantaría que se comiera, le guiñé un ojo y fui al baño.


Entré y me fijé de refilón en otro tío que estaba meando en un extremo de los urinarios. Me coloqué al otro lado, me saqué la verga y empecé a mear. Joder, qué gusto, llevaba demasiado tiempo aguantando. Me dejé llevar y eché la cabeza hacia atrás, gimiendo levemente, aunque me di cuenta enseguida de lo que hacía y miré apurado al otro tío. Me estaba mirando, así que me dio vergüenza y me concentré en mi meada.


Empecé a sacudírmela para soltar las últimas gotas, mientras por el rabillo del ojo notaba que el otro tío seguía mirándome, y me empecé a sentir incómodo. Giré de nuevo la cabeza para confirmarlo: no me quitaba ojo. ¿Qué quería? ¿Pasaba algo?


Estaba algo retirado de su urinario, y bajando la vista vi que se agarraba la polla dura, y para nada estaba meando. Volví a concentrarme en mi meada. En realidad ya había terminado, y ahora estaba ahí, con la polla fuera, paralizado por la impresión.


Había oído hablar de tíos que tienen sexo en el campo, en baños, etc., pero esto me parecía casi algo más relacionado con una peli porno que con la vida real. Nunca me había encontrado algo así. Y, de repente, poco después de empezar a disfrutar como loco de las mamadas que me hacía Álex en mi primera experiencia con un chico, me topo con un tío que estaba empalmado a mi lado, los dos solos en el baño. ¿El destino?


¿Y ahora? Volví a mirarle. No se había movido ni un milímetro. Menos la mano, esa la movía despacio. Imagino que esperaba a comprobar si me interesaba o si me iba a pirar y tendría que esperar a otro. ¿Cuánto llevaría ahí, con el rabo duro, esperando a alguien con quien liarla? ¿O se le habría puesto duro por mí?


Me fijé mejor en él. Era latino, guapo, con un bonito tono de piel. Pelo negro, boca sexy. Más o menos de mi edad, menos musculoso pero con buen cuerpo, tatuado. Rabo muy normalito, al menos comparado con el de Álex, que era con el que yo podía comparar (además del mío, que es bastante más gordo y algo más largo).


Me hizo un gesto con la cabeza que no supe interpretar bien, probablemente porque pensó que si no me guardaba el rabo al terminar de mear y me quedaba mirándole, era porque le seguía el juego. Y luego se metió en una de las cabinas, dejando la puerta entornada.


No supe qué hacer. Me pregunté por un momento qué haría si entraba alguien. Y qué estarían haciendo mis amigos. Luego me guardé la polla, tragué saliva, me di la vuelta y avancé despacio hacia la cabina.


Abrí la puerta y me lo encontré sentado en la taza, con los pantalones bajados y meneándosela sin reparo. Me saludo con las palabras "pasa y dame tu leche", toda una invitación elegante.


Así que pasé y cerré la puerta a mi espalda, con cierta dificultad porque casi no quedaba espacio ahí dentro. Sin mediar una sola palabra más se aferró a mi pantalón como si le fuera la vida en ello, me lo desabrochó, me lo bajó junto con mi calzoncillo, descubrió mi polla y se amorró a ella. Una cadena de movimientos tan fluida que demostraba la enorme práctica que debía de tener en ella. Así que me dejé hacer pensando que este chico sabía lo que hacía.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Gus se folla un culo, segunda parte





—Apuesto a que mi polla puede hacer por tu culo tanto como tu culo por mi polla... —Le aseguré. Su invitación me había puesto a mil.


Llegamos a su cuarto, y me empujó sobre la cama, con sábanas azules como las de la foto que me había enviado. Quedé en ella boca arriba, y él se puso encima, de espaldas, ofreciéndome su culo. Ahora que lo veía tan cerca me pareció de ensueño. Noté perfectamente como mi polla se endurecía todavía más viendo esa redondez suave, el canal entre las nalgas, el ano diminuto entre medias, las piernas rodeando las mías, sus huevos y su polla dura, debajo. Alargué una mano y le acaricié los testículos, agarrando luego su rabo y masturbándole despacio. Gemía bajito.
Después me asaltó el pánico: tenía su agujerillo ahí, cerradito, apretado. Y yo me miraba mi rabo y pensaba que ni de coña entraba por ese huequecito. Y no supe qué hacer, no quería hacerle daño, aunque sabía que el sexo anal puede costar un poco. Quería que fuera bien, para mí estaba siendo genial, y no quería cagarla por mi inexperiencia de novato.


—Eeeeh, oye... la verdad es que no sé muy bien qué hacer ahora —le confesé—. Es decir, sé que quiero follarte, disfrutar a pollazos de este pedazo de culo, pero no quiero que te duela...


—Eres un encanto para ir tan de chulito —me dijo divertido—. Mira, entiendo que te has comido algún coño alguna vez. Es parecido, tú imagina que es lo mismo, y cuando esté listo te avisaré para que "disfrutes a pollazos".


Así que me dispuse a hacerlo.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Gus se folla un culo, primera parte


Mi primera mamada con otro chico fue realmente genial. Al final quedamos en que nos avisaríamos si alguna vez nos apetecía comernos los rabos. Pero yo quería más. Quería follar.


Me acordé del mensaje que recibí en el perfil que me hice de un chaval que me pareció guapo, aunque con pluma. Entré en mi cuenta. Tenía tres mensajes más: un viejuno, uno con una foto a todas luces falsa y un feúcho. Este último me cayó simpático, siempre he pensado que los feos y las feas se esfuerzan más, por compensar supongo, y te dan grandes polvos. Por un momento me dio curiosidad... Pero el chico que recordaba me pareció guapete, y busqué entre los mensajes antiguos.


Ahí estaba: un chico de 25 años, aunque aparentaba 18, rubito, melenita, delgado, imberbe. Un poco pose en las fotos, se le veía algo femenino, pero no pensé que eso fuera a impedir que se me pusiera bien dura si en la realidad era como en las fotos. Le contesté al mensaje aclarando que buscaba follar, por si acaso. Las mamadas estaban muy bien, pero yo quería mojar el churro ya.


Al día siguiente entré al perfil. Junto con otro par de mensajes que no me gustaron estaba uno del chaval. Por toda respuesta me enviaba una foto con su culazo. Suave, redondito y precioso. Me empalmé antes de darme cuenta. Parecía un poco el trasero de una chica, sin vello en las piernas y delgado, si no fuera por los huevos y el rabo que asomaban debajo. Se me hizo la boca agua.



Le contesté enseguida para quedar.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Protagonistas de los relatos: Álex

 

Álex es un chaval de 22 años, espabilado, inteligente y buena persona.
Tiene un par de ojazos azules, un pelo que se deja cuidadosamente despeinado y un cuerpo fibradito y marcado. Con su cara de niño bueno no tendría problemas para ligarse a quien quisiera, si no fuera porque es un poco patoso y eso le vuelve algo inseguro. Si hay algo con lo que se pueda tropezar, se tropezará. Si hay alguna posibilidad de caerse, se caerá. Si es posible meter la pata de algún modo, la meterá.


Esto lo compensa con un carácter encantador y siendo alguien de total confianza y honestidad: tiene cara de niño bueno porque realmente es un buen chico.

jueves, 3 de agosto de 2017

Álex y Hugo, mamada en el bus 2






Llegó la hora. Me había pasado toda la mañana esperando el momento de coger el autobús de vuelta a casa. No paraba de preguntarme si Hugo iba en serio cuando me dijo que le apetecía probar a que se la chupara ahí mismo, en el bus (puedes leerlo aquí). Había estado medio ausente en clase en la Universidad. Me había colocado cada mechón de pelo cuidadosamente para que estuviera desenfadadamente despeinado. Me había echado extra de colonia (quizás demasiado extra). Y estaba muerto de nervios y anticipación. Ni que fuera el primer rabo que me zampaba. Pffff. Si se me da genial... Es solo que quería que saliera bien...


Y ahí estaba, haciendo su entrada cuando el autobús llegó a su parada. Tan guapo como siempre, esta buenísimo. Me hice un poco el despistado, por disimular, aunque mirando de reojo por si me hacía alguna señal o algo. No pude ver que me mirara.


El autobús hizo su ruta y fue descargando viajeros, mientras yo no podía parar quieto pensando en si pasaría algo o no. Por fin llegó a la última parada antes de enfilar la carretera hasta nuestro pueblo, Teníamos un ratillo por delante, y solo quedábamos él y yo en el bus, como de costumbre. En cuanto arrancó quitó su mochila del asiento a su lado, y la dejó en el suelo. Lo tomé por una invitación, respiré hondo y me cambié de sitio, procuarndo no tropezar esta vez, como el día anterior.


Y nos quedamos muy quietos mirando hacia delante. De repente el conductor se me presentó como una amenaza muy tangible. ¿Y si nos pillaba? No era fácil, los asientos ocultarían toda la acción. A mí no se me vería, y de él solo se vería que ponía cara de gusto... ¿Eso sería sospechoso? ¿Se suele poner cara de gusto cuando se viaja en bus? No pude pensar más, porque empezó a hablarme:


—Bueno, Álex, ¿qué tal hoy? —No me dio tiempo de contestar una parrafada sobre los efectos de los ataques de nervios y pánico sobre el tránsito intestinal, era una pregunta retórica—. Ayer quedamos en algo, ¿te sigue interesando?

miércoles, 26 de julio de 2017

Protagonistas de los relatos: Gus








Gus es un chaval de barrio, buena gente. Pronto descubrió que no tenía disciplina para los estudios, así que comenzó a trabajar en lo que iba saliendo. Sin embargo no es para nada un chico ignorante o sin cultura, simplemente algo perezoso para las actividades intelectuales, prefiriendo las físicas.

Y físicamente no puede quejarse: Moreno, pelo corto, casi rapado, y guapo. Rostro alargado, ojos oscuros y labios muy besables.

A sus 20 años ha desarrollado ya un cuerpazo bien marcado y definido, con buenos pectorales y abdominales. No tiene más vello en el torso que el que le escala desde el rabo hasta el ombligo, y que él se recorta hasta que parece una fila de hormigas recorriendo su piel caliente.


Buenos brazos, buenas piernas y un culo que es territorio inexplorado completan su físico tremendo, que le permite fácilmente ligar con quienquiera. Y aquel o aquella con quien ligue se lleva la sorpresa de su vida al bajarle los pantalones y descubrir su polla, un miembro realmente apetecible de 22 cm de carne dura, un poquito curvado hacia la izquierda, circuncidado y con unos huevos gordos siempre llenos de una enorme cantidad de lefa que sale disparada en chorros potentes y enormes que empapan todo alrededor.





 



miércoles, 19 de julio de 2017

Alex solito en su dormitorio






Después de lo pasado en el bus fui derecho a casa. Entré en mi habitación, lancé la mochila a una esquina y cerré la puerta.

Estaba muy, muy cachondo. El tío que llevaba observando tanto tiempo sin atreverme a decirle nada quería que me zampara su rabo... Era alucinante, no me lo creía. Solo con volver a pensar en cuando me puso la mano sobre su paquete me empalmé sin remedio. Necesitaba hacerme una buena paja, pero ya.

Me miré en el espejo de mi armario. Creo que no estoy mal, con mi cara de niño bueno y mi pelo despeinado. Y me esfuerzo un poco por tener buen cuerpo, marcando abdominales.

Me saqué la sudadera, la doblé con cuidado y la dejé sobre una silla. Luego pensé lo que estaba haciendo y decidí que debía echar pasión al asunto. Cogí la sudadera de nuevo, la desdoblé, la di un par de vueltas sobre mi cabeza sin dejar de mirar mi reflejo en el espejo y la lancé. No sé dónde caería, ya la buscaría después.

Pasé a los pantalones. Me los desabroché lentamente. Primero el botón de los vaqueros. Luego la cremallera. Descendía despacio, con un ruido suave, sobre mi paquete caliente. Luego decidí que mejor me los quitaba rápido, medio bailando. Y cuando estaba a la pata coja tratando de sacarme una patera (mierda de moda juvenil y vaqueros estrechos) perdí el equilibrio y caí sonoramente al suelo.

—¿Cariño, estás bien? —Mi madre, a través de la puerta.

—Sí, sí, sí; todo bien, genial, de maravilla.

—Vale cielo. ¿Vas a salir a comer pronto? Ya sabes que luego viene tu tía abuela Gertrudis a visitarnos y tiene muchas ganas de verte.

—¡Qué bien! Lo estoy deseando mamá. Es mi tía abuela favorita, con esa manía de que coma más de todo, que estoy muy delgado, y la nube con olor a naftalina que la envuelve...

—Pues agárrate, que dice que nos va a presentar un novio que conoció en Benidorm.

—Joder, mamá, a sus años... ¿Quién es, Matusalén?

—¡Cariño, esos modales!

Los pasos de mi madre se alejaron de mi puerta. Esperé todavía un poco más antes de acabar de quitarme los pantalones, sentado en el suelo, y arrojarlos a un rincón, ya sin baile ni porras.

Me levanté y volví a mirarme en el espejo. La excitación seguía anidando en mi rabo, que abultaba el slip como si fuera a desgarrarlo. Parecía una peli de Ridley Scott.

miércoles, 12 de julio de 2017

Alex y Hugo, mamada en el bus 1



Me llamo Álex. Todos los días, ya sea para volver de la Universidad o de mi trabajo de becario, según el día, cojo el mismo autobús. Llega un momento en que reconoces al resto de gente que lo coge también. Se convierten casi en viejos amigos, aunque jamás intercambies una palabra con ellos. Un día te sorprendes pensando "andá, la señora del bigote no ha venido hoy", o algo como "el señor de los pelos en las orejas hoy se ha sentado en otro sitio". No los conoces, pero los ves a diario e inevitablemente se genera una sensación de grupo.


Desde el principio me fijé especialmente en uno de los pasajeros del bus. Un chaval de mi edad, rubio, pelo de punta, ojos verdes, cuerpazo, muy guapo. Se sube al bus dos paradas después de la mía. Le suelo mirar cuando avanza por el pasillo, con aire distraído, como si no me interesara y solo reconociera en él a uno de los pasajeros habituales. Luego se sienta en mi misma fila de asientos, al otro lado del pasillo. Y yo finjo que miro por la ventanilla cuando en realidad intento atisbar su reflejo en el cristal. Me gusta, me parece muy sexy.


Tampoco es que nunca haya pensado en decirle nada. No parece que me devuelva las miradas. Yo no soy feo (pelo castaño, despeinado, labios carnosos, ojos azules, no puedo decir que tenga mal cuerpo...), pero soy bastante patoso, y eso me hace tímido.
Cada día, el autobús hace su recorrido interurbano: atraviesa dos ciudades antes de llegar al pueblo en que vivo. Los pasajeros se van bajando a lo largo del camino. Desde la segunda ciudad hasta mi pueblo hay un trecho de carretera sin paradas, y solemos quedar solamente este chico y yo. Sería el momento perfecto para entrarle, pero nunca me he atrevido. ¿Y si se enfada y me la lía en el bus que tengo que coger cada día?


Así que callo, miro su reflejo en la ventana, le veo alejarse en dirección contraria cuando nos bajamos y me desfogo en casa con el mal simulacro de una paja que sustituye apenas lo que me encantaría que pasara realmente.


Hasta hoy.

miércoles, 5 de julio de 2017

El primer rabo de Gus, segunda parte




 
Como os decía antes, ya en el descansillo de su casa yo estaba realmente cachondo y con el rabo duro. Al menos todo lo duro que podía ponerse apretado en mis vaqueros. La bragueta iba a estallarme de un momento a otro.


El chaval abrió la puerta y me cedió el paso. Entré en un pasillo corto y me di la vuelta, a tiempo de pillarle:

—¿Me estabas mirando el culo?

—Pues claro. —Sonrió—. ¿O es que tú no lo habrías hecho?
No me dio tiempo de pensar la respuesta, mientras cerraba la puerta me dio la espalda, e inevitablemente mis ojos se fueron a su trasero. Opté por no decir nada.

Me miró sin perder la sonrisa y me indicó que siguiera avanzando. Entré al salón, espacioso y luminoso. Me cogió desprevenido por detrás, tomando la iniciativa y sin perder un momento. Su brazo izquierdo me rodeó el pecho. El derecho quedó en mi abdomen, bajando lentamente hacia mi paquete, como dándome la oportunidad de evitarlo si eso era lo que quería. Su cadera estaba pegada a mis nalgas. Y su aliento me calentaba el cuello.

—¿Quieres tomar algo? —Me preguntó, con la voz algo ronca. No respondí, estaba ocupado con la sensación de sus labios en mi cuello. Estaba afeitado, pero notaba lo rugoso del vello de su piel, diferente a la suavidad de los besos de una chica.
Su mano descendió por fin hasta mi paquete, con un sprint en el último momento, y ahí quedó, apretando el bulto palpitante de mi rabo cada vez más grande.
Eso me hizo apartar mi pensamiento de su tacto en mi cuello para dirigirlo hacia su rabo. Notaba contra mi culo un bulto probablemente igual de excitado que el mío. No pude evitar ponerme nervioso y apartarme un poco.

Me giré hacia él y le vi algo desconcertado, aunque al poco me sonrío divertido.

—¿Nervioso?

—Un poco —confesé.

—Podemos hacerlo como quieras —me dijo, y se mordió el labio inferior antes de proseguir—. Mira, te entiendo muy bien, no hace mucho que yo estuve en esa situación. Podemos hablar, volver a la calle y tomar algo, jugar un rato a la Play... O probar a besarnos y ver cómo te sientes...

Se quedó muy quieto, como si yo fuera un ciervo que fuera a huir ante cualquier movimiento. Me dejaba decidir. No sé, a lo mejor me asustó un poco no controlar la situación. A lo mejor era más fácil si tomaba yo la iniciativa. Así que decidí tomar el toro por los cuernos, que para eso estaba allí. Volví a pegarme a él y opté por su última sugerencia, un beso. Le agarré por la cintura, como hubiera hecho con una chica. Y le besé, un poco de sopetón.
Nuestros labios se acariciaron, y volví a sentir la extrañeza de su piel raspándome muy levemente.

Fue un beso lento, que poco a poco se hizo más apasionado, cuando me decidí e introduje la lengua en su boca. Le acaricié su lengua, sus dientes, el interior de sus labios. Me sentía más cómodo llevando el control. Mis manos fueron moviéndose, pasando de su cintura a su trasero. Nuestros paquetes se rozaban y mi polla presionaba la suya a través de los vaqueros.

Creo que deliberadamente me cedió la iniciativa para que me sintiera más como en una relación heterosexual, aunque poco a poco fue avanzando de nuevo, tocándome, besándome, llegando a un quid pro quo equilibrado entre ambos.

En algún momento, no sabría decir cuánto tiempo había pasado, se apartó un poco y se quitó la camiseta. Tragué saliva. Estaba realmente demoledor. Me gusta mi cuerpo, pero reconozco que el chaval estaba muy, muy rico. Y no se detuvo ahí; sin dejar de mirarme se bajó los pantalones y se los quitó quedando en calzoncillos y con todo el rabo bien marcado. Me relamí involuntariamente mientras él se la agarraba por encima de la ropa interior.




Su polla creaba un bulto en sus calzoncillos que permitía adivinar lo que escondían, y por la parte superior se escapaba su vello púbico, recortado pero bastante más largo de lo que lo llevaba yo.