miércoles, 21 de febrero de 2018

MegaGuy, sexo en el callejón



—Ostras... si es MegaGuy. Joder tío, y estás con el rabo al aire... Colega, me fliparía tocártelo... ¿Puedo?


Eso me dijo el chaval con pinta de gamberrete guapo que apareció en el callejón justo después de que salvara a la ancianita.


—Claro, ¿por qué no? —respondí alegremente. Da gusto tener fans tan dispuestos—. Adelante, no te cortes...



Y se me acercó llevándose una mano al paquete y sin quitar la vista de mi polla. El atracador que había detenido seguía atrapado pegado a la pared por mi megalefada, así que no hacía falta preocuparse por él.


El chico llego sonriente hasta mí, curvó aún más su sonrisa observando mi máscara, seguro que tratando de ver algo a través de ella, y al no conseguirlo se encogió de hombros. Luego bajó la vista a  mi miembro, duro y goteando aún restos de la megalefada. Y sin dudar ni un momento me lo agarró y empezó a pajearme despacito.


—Mmmmm, qué rico —le dije bajito—. Tienes la mano caliente, y eres guapo, me gustas...




—¿Y tú eres guapo? ¿Qué hay debajo de la máscara?


—Secreto chaval. Conformáte con lo que hay debajo de mi pantalón...


Volvió a sonreír, y mientras me pajeaba con una mano con la otra fue acariciándome el torso, explorando mi pecho y mi abdomen sobre el traje. Luego clavó las rodillas en el suelo del callejón y se quedó mirando fijamente mi rabo, mientras me ponía las manos en el culo. Por fin abrió la boca, sacó la lengua y lamió húmedamente mi glande. Torció la cabeza y bajó a la lamerme los huevos, para después subir despacio recorriendo con la lengua toda la longitud de mi pollón, que para entonces palpitaba como loco de excitación.


Y cuando llegó de nuevo a la punta, se la metió en la boca, apretando con los labios. Noté su calor y su humedad, y entonces él empezó a acariciarme el rabo con los labios. Se la comía despacio, saboreando cada centímetro, con gusto y pasión. Se notaba que lo deseaba enormemente y que lo estaba disfrutando. Algunos famosos dan autógrafos, yo doy rabo...


—Joder, chico, qué bien lo haces —le alabé. Él levantó sus ojos azules hacia mí, sin sacarse mi rabo de la boca. Fue increíble ver esa mirada luminosa mientras mi polla desaparecía en su cara y abultaba en su mejilla. Sus labios carnosos la atrapaban y su lengua la forraba de saliva.


No era una mamada fuerte y salvaje, sino lenta y cuidada. Pero era tremendamente sensual, y me estaba llevando al cielo...


—¡Alto ahí, degenerados! —exclamó una voz cerca de nosotros.


Miré y vi que era uno de mis enemigos: el incordioso CastoGuy, que venía a cortarme el rollo, el asqueroso...




No es que fuera un súper villano, aunque es normal que donde surgen súper héroes también aparezcan chalados que se les enfrenten. CastoGuy no era un delincuente, no cometía crímenes, ni robaba, ni secuestraba, ni quería dominar el mundo, ni arruinaba los cumpleaños de los niños. Pero inevitablemente me enfrentaba a él de vez en cuando porque tenía la manía de tocarme las pelotas. Figuradamente. Porque el tío parecía estar bien debajo de la licra, con esos músculos, no me hubiera importado que me las tocara literalmente. Con la lengua...


Me voy por las ramas. El caso es que él abogaba por las relaciones castas, sin sexo ni cochinadas. Así que le fastidiaba mogollón que yo saliera con el rabo al aire en la prensa, y que tuviera como súperpoder la megalefada y eso. Y por todo ello andaba siempre queriendo detenerme. Lo bueno es que él no tenía poderes. Lo malo es que era un tío listo, y siempre aparecía con algún invento que me incordiaba. Para empezar llevaba siempre una mandíbula de acero para no correr el riesgo de que mi polla se acercara a su virginal boca. Y se completaba el modelito con un calzoncillo de castidad. Me daba grima. Y ahora... parece que ha aparecido con otro de sus cacharros en la mano... Pero o mucho me equivoco o se trata de un consolador gigante... ¿Igual viene a hacer las paces conmigo?



—¡Hombre Casti! —exclamé ufano, mientras el chaval detenía sorprendido su mamada y miraba de reojo a mi enemigo, sin sacar del todo mi polla de su boca— ¿Cómo te va? ¿Qué llevas en la mano, chavalote? Parece un rabo gigante. ¿Es para mí?


—Esto es el arma definitiva, será tu fin —respondió enfadado—. saca tu pene de la cavidad bucal de ese transeúnte y pelea conmigo...


—Joder... pene, cavidad bucal, transeúnte... qué fino hablas Casti, me pones como la pata un burro —dije aparentando despreocupación, sabiendo que eso le enfadaría. Por si las cosas se complicaban de todas formas interrumpí a mi pesar la mamada y me puse entre el chico y CastoGuy—. ¿Y de qué va esa arma defenitiva? A mí me parece un consolador... ¿Vas a matarme de gusto?


—¡No es un consolador, bocazas-guy! —exclamó cabreado. Me encanta este tío, siempre parece enfadado, pero seguro que folla como un salvaje; o lo haría si follara—. Le he dado esta forma como justo escarnio hacia tu persona. ¡Es un misil Preserva-Estructuras-Disipa-Organismos!


—¿Un PEDO?


—¿Eh? —por un momento le descoloqué. Me encantó.


—Ya sabes, sus iniciales, forman el acrónimo PEDO —aclaré con paciencia afablemente—. Un misil PEDO...


Se cabreó más. La parte que se veía de su cara se puso muy roja. Debía de estar cociéndose debajo de la licra, el neopreno y el acero. Mi traje es mejor, lleva microventilación. Un extra que incorporé tras un desagradable incidente con mis pelotas requemadas durante una ola de calor en verano...


—¡Da igual el nombre! Es un misil que acabará contigo —siguió a gritos—. Al impactar libera una radiación ultraomega que respeta los edificios pero descompone la materia orgánica en la que impacta. No causaré daños estructurales que se carguen sobre el contribuyente, pero acabaré con tu pervertida persona...


—Pues yo creo que tampoco causo tantos daños, y el contribuyente está contento de que patrulle por la ciudad —alegué encogiéndome de hombros, y luego señalé al chaval que seguía de rodillas esperando con impaciencia poder seguir con su ración de rabo y leche—. Mira, precisamente aquí tenemos un contribuyente seleccionado al azar. ¿Usted, caballero, qué opina sobre que yo exista? ¿Cree que hago un bien público?


—¡Ya te digo! Eres excepcional —afirmó el chaval, sacudiendo con gran ímpetu la cabeza de arriba a abajo, qué majo—. ¡Y tu polla sabe de puta madre!


—¿Ves Casti? Soy excepcional... Y mi polla sabe...


—¡Sileeeencio! —me interrumpió. Qué maleducado—. En guardia, acabaré contigo...


Y se lanzó a por mí. El tío no aprende. Da igual lo que haga, no puede ganarme porque soy más ágil y más fuerte. No le rocío de megalefa por respeto por sus creencias de castidad, pero aún así puedo ganarle.


Me lanza un par de puñetazos, alguna patada, fintamos un rato, bailamos un poco... Y entonces me choco con el atracador que había olvidado pegado a la pared y me desestabilizo. Caigo y veo una expresión de triunfo en los ojillos de mi casto adversario...


—¡Aja periñán! —exclama con gozo, el gozo más próximo a un orgasmo que debe de haber tenido en su vida—. Ya eres mío...


Estando ahí caído veo cómo me apunta con la varita esa que parece un consolador, con la curva del glande amenazándome, y no sabiendo si sentirme asustado o cachondo. Sé que no voy a poder levantarme lo bastante rápido. Podría soltarle una megalefada e inmovilizarle, pero me resisto a eso, le humillaría mucho y respeto sus creencias. Sigo pensando que no es un villano, aunque su lenguaje snob me dé dolor de cabeza. Pero va a dispararme un pedazo de PEDO y no sé cómo evitarlo...


—Coño ya, que te largues y nos dejes en paz —dice el chaval, al tiempo que de un tirón del brazo de CastoGuy evita que su tiro me acierte, y el PEDO va a estrellarse contra la pared del callejón, sin causar daños.


—Ostras Casti, tenías razón: respeta los edificios —dije levantándome—. Si es que eres un genio colega. ¿Por qué no te dejas de chorradas y te unes a mí? Podrías ser mi Robin, mi Kid Flash, mi...


—¡No me dejaré corromper por ti!


—Pero si yo te respetaría —continué—. Pareces muy rico por lo que deja ver tu traje, pero te esperaría, sin problema tío. Siempre te lo digo y siempre me rechazas...


—Has ganado esta vez —refunfuñó—, pero volveré con otro invento, y esa vez no fallaré. Jamás me uniré a ti, pervertido. Te eliminaré y libraré a esta ciudad de tu pérfida influencia antes de que la trasformes en una Sodoma...


Y con las mismas se dio media vuelta y echó a correr.


—Al final vas a hacer que me sienta dolido —le grité mientras se iba—, voy a pensar que no te caigo bien.


Luego me volví hacia el chaval, mi salvador. Olé los fans.


—Bueno, ¿por dónde íbamos? —me preguntó zalamero.


Me acerqué a él y le levanté del suelo. Me arremangué un poco la máscara, lo justo para que mi boza quedara libre para los besos. No iba a mostrarle mi identidad, pero era lo menos después de su ayuda. Le besé apasionadamente, mientras sobaba su cuerpo. Notaba la dureza de su polla en mi cadera, y la mía respondía del mismo modo. Le di la vuelta y le puse contra la pared del callejón. Llevaba mochila, y me estorbaba un poco, pero a la vez me dio morbo. Metí las manos por debajo de su sudadera para acariciarle el torso y pellizcar sus pezones, mientras le mordía el cuello. Luego le bajé el pantalón, descubriendo unas nalgas redondas, suaves y muy blancas que me pusieron a mil. Bajé y le lamí el culo, me lo comí con ansia, golpeando su ojete con la lengua, metiéndola y acariciando con los dedos. Él se sacó una patera del pantalón, para abrir más cómodamente sus piernas, y yo seguí devorando su ojete, mientras en el callejón resonaban sus jadeos.


Por fin lo noté dilatado, me incorporé, le empujé un poco para que curvara la espalda y me dejara el trasero en pompa, y se la clavé. La metí hasta dentro, todo mi pollón en el interior de ese culito suave y apretado. Él gimió y echó la cabeza hacia atrás. Yo le besé el rostro, el cuello, los hombros...


Le agarré con firmeza de la cadera y empecé a bombear. Me lo follé fuerte, mientras él me pedía más y más y más. Mis embestidas hacían temblar sus nalgas, y mi polla entraba en ese agujerillo hasta los cojones, abriéndolo como un pollo en el espetón.


Fue una follada estupenda, con ese culo tan cerradito que apretaba mi miembro como si no quisiera que escapara, y mientras él ponía los ojos en blanco, y gritaba pidiéndome rabo.








—Fóllame fuerte cabrón —me suplicó a gritos—, no pares ahora, ¡que me corro!



Y entre mis embestidas noté cómo la pared del callejón se cubría de una lluvia blanca y cálida, mientras el chaval se estremecía entre mis brazos. Con una mano en su cuello le atraje hacia mí y le besé desde atrás, sin dejar de follarle a tope.


Por fin noté que me llegaba el turno, que no tardaría en derramarme también. Gimiendo de gusto saqué la polla de ese culo delicioso y le empujé por el hombro para que se arrodillara ante mí. El chaval lo hizo enseguida, y sin más se amorró a mi rabo. La sensación de sus labios en torno a mi polla fue definitiva, y me corrí llenando su boca de semen espeso, abundante y caliente. Me estremecí agarrado a la cabeza del chaval, mientras su lengua lamiendo mi glande intensificaba mi orgasmo. Notaba la polla rodeada de líquido, de mi jugo salado, y él seguía lamiendo y acariciando mi miembro deliciosamente.


Por último la dejó resbalar de sus labios, ya morcillona, y abrió la boca para mostrarme la carga que le había soltado: su boca llena de lefa, cubriendo su lengua, derramándose por sus labios. Sonreí y le di un golpecito con mi polla en la mejilla, y un resto de semen quedó en ella.



Una visión tan excitante en ese rostro tan bonito que tentado estuve de follármelo de nuevo. Pero el atracador esperaba pegado a la pared a que la policía viniera a recogerlo, y mil peligros acechan a los inocentes en FuckingCity, así que me guardé el rabo, saludé al chaval con dos dedos en mi frente y me fui a seguir patrullando mientras él se tragaba encantado mi lefa.




Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

No hay comentarios:

Publicar un comentario