miércoles, 15 de noviembre de 2017

Gus practica cybersexo

Decidí coger el portátil y revisar el perfil social que tantas alegrías me estaba dando en esto de conocer colegas a los que perforar el culo. Tenía varios mensajes. Volvía a haber un mensaje como aquel que me pareció gracioso al principio, el de la poesía:


Menudo rabo,
si quieres te lo ordeño.

Con mucho gusto te la mamo

y encima te doy dinero




Ya había probado a comerme un rabo y a que me la comiera otro chico. Y por fin me había follado un culo, además el de un chaval que me había flipado y al que seguro volvería a follarme muchas veces. Me pregunté si tal vez podría explorar un poco más. Sentía curiosidad por tríos, orgías, gang bangs, penetración doble... Un montón de cosas que a los actores porno parece encantarles. Incluso me fliparía ser actor porno. Pero no estaba seguro sobre lo de hacerlo por dinero. Aunque en eso consiste también lo de ser actor porno...


Decidí que tampoco perdía nada por echar un vistazo al perfil de ese tío. Sin fotos y poca descripción: cuarenta y muchos que ya serían cincuenta y tantos probablemente, una relación estatura-peso que sugería que estaba fondoncillo, y velludo. Tampoco me daba muchos datos. La verdad es que me dio morbete pensar en follarme a un hombre mayor que yo. Es como una fantasía con una milf, pero con un señor. Así que tomé una decisión un poco para justificarme a mí mismo: si me dejaba verlo y físicamente me excitaba, aceptaría hacerlo, al margen del dinero (si me paga mejor, joder, pero no sería por eso). Le mandé un mensaje.


Al día siguiente revisé el perfil (no lo llevo en el móvil por discreción). Tenía la respuesta, y además él estaba también conectado justo entonces. Su mensaje decía que no me pasaba fotos, que no estaba fuera del armario. Nos fuimos mandando mensajes, yo diciendo que sin verle no quedaría, él resistiéndose y ofreciéndome pasta. Parecía un hombre educado y amable, lo cierto es que me cayó bien y me dio confianza, pero de todas formas quería verle. Al final supongo que el tío no quería perder la oportunidad de tener mi rabo, porque con reticencias accedió a que nos viéramos por cam.


Cuando apareció en la pantalla de mi portátil no supe qué pensar. Por un momento pensé que si me lo follaba sería como hacerlo con mi padre, y se me cortó el rollo. No, este señor debía de ser mayor que mi padre. Estaba calvo, y el brillo de su cuero cabelludo acaparó mi atención unos momentos.


—¿Decepcionado? ¿Es peor de lo que imaginabas? —Debió de interpretar así mi silencio.


—No... es solo que no sabía qué esperar —me apresuré a aclarar. Me esforcé por no tratarle de usted. Parecía el director de mi antiguo cole—. Ni siquiera tengo claro qué haré. No soy un calientabraguetas, pero todavía no he decidido aceptar tu oferta, y necesitaba verte antes para decidir.


—Pues aquí me tienes. —Volvió a prolongarse el silencio—. Deduzco que no has tenido ofertas de este tipo con anterioridad.


—No, nunca lo he hecho por dinero, y he estado con pocos chicos. Con dos, concretamente.


—No voy a presionarte —dijo asintiendo—. Tú decides, sin presión. Y si no quieres, podemos dejarlo para otro momento o ser solo amigos, si tienes dudas sobre el sexo con chicos. Aunque pareces el típico machito que las resuelve solo.


Estaba confuso. Le veía ahí, un señor mayor, calvo, con traje y corbata, muy elegante comparado con mi ropa deportiva, entrado en carnes aunque estaba cerca de la pantalla y no veía mucho cuerpo, pero intuía una buena barriga debajo de la camisa cara. Pero me daba buenas vibraciones. Me pregunté qué hubiera hecho si no me hubiera ofrecido dinero. Traté de ser sincero conmigo mismo y admitir que no me hubiera planteado follarle. No soy superficial, creo. No sé. Lo cierto es que si me ponen un chulazo al lado de un feo, pillo al chulazo y le hago un buen destrozo. Pero el caso es que ahora que sí me lo había planteado seguía dándome morbo. Él esperaba paciente, recorriendo mi cuerpo virtual, aunque con la sudadera holgada no debía de tener una gran visión.


—Mira, si quieres hacemos una prueba —dijo al cabo—. Podemos probar a hacerlo online. Simplemente hazte una paja para mí. Te pagaría igualmente por ello.


—Así, sin presionar, como decías —sonreí afable mientras él se encogía de hombros en la pantalla—. ¿Y pagarme cómo?


—¿Por paypal? —Negué— Puedo ingresártelo...


—No voy a darte mi cuenta. Podrías ser un puto capullo estafador, no soy tan idiota.


—Claro —dijo conciliador—. Pero entonces tendrías que fiarte de mí y creer que te lo daría cuando nos viéramos...


—Si nos vemos —Maticé. Él calló mirándome por la cam. Bueno, si estaba diciéndome a mí mismo que el dinero era un aliciente pero no el motivo, no perdía nada por ver si me molaba aunque no me pagara jamás...


—Tampoco he tenido nunca cybersexo, me parece un poco chusco... ¿Quieres que me la saque y me corra, como cuando me hago una paja normalmente? 


—Me gustaría que empezaras por quitarte la sudadera. Puedes ir haciendo lo que te diga, si te parece bien. No hemos hablado de cuánto pagarte.


—Mira, no me pongas más nervioso. No voy a hablar de pasta, ya me darás lo que pienses que vale lo que veas.


Creo que él hubiera preferido concretar una cantidad. Poniéndome en su puesto, cuando contrate chaperos seguro que prefiere que todo esté claro, lo que se hace y lo que no y por cuánto. Pero no tenía yo el rabo para farolillos. Me quité la sudadera antes de que protestara o yo me lo pensara mejor. Vi cómo el nudo de su corbata se movía al tragar saliva.


—Ahora tú. Podrías quitarte algo, y alejarte un poco, que no veo más que la cara y los hombros...


Se quitó la americana. Y ya. Y no se alejó. Qué tío...


—Menudo torso... ¿Puedes tocarte, y flexionar los músculos?


Me sentí un poco ridículo sobándome delante de la pantalla, acariciando mis pectorales, pellizcando mis pezones y recorriendo mis abdominales. Y todavía más cuando empecé a sacar bíceps. Me sentí como el típico gilipollas haciéndose fotos cutres  de postureo para su Instagram. Es verdad que soy un chulito, pero no un cretino pagado de sí mismo. Lo dejé.


—Oye mira colega —vacilé: ¿podía llamar colega a un señor que parecía un profe universitario o un ejecutivo, mucho mayor que yo y seguramente con más pasta? —Mira, me siento ridículo, esto no funciona y no quiero hacerte perder el tiempo.


—Vamos, si lo haces genial. Vale, deja lo de hacer poses con los músculos. Ya veo que eres mucho más directo. Así que quítate los pantalones, que ya estorban...


Dudé. Joder, no me gusta tener que darle tantas vueltas a las cosas. Me puse de pie y me bajé los pantalones de chándal de un tirón, dejando a la vista el bulto que ocultaba mi bóxer. Me quité los pantalones del todo y me senté de nuevo, sobándome el paquete.


—¿Puedes mover la cámara, no veo bien lo más interesante si te sientas, bájala un poco, por favor —dijo mientras probablemente llevaba una mano a su propio paquete, fuera de mi visión.


—Tampoco yo veo casi nada —respondí mientras movía la pantalla del portátil y me alejaba un poco para que se viera bien tanto sentado como si me levantaba.


Él se desabrochó los primeros botones de la camisa y se aflojó la corbata. Pude ver algo de piel, pero me pareció muy escaso comparado con lo que enseñaba yo.


—¿Eso es todo? ¿Tú no vas a quedarte en calzoncillos para que te vea?


—Verás —empezó, algo cohibido por primera vez—, no tengo un gran cuerpo, no soy como tú. Si quedamos ya me verás, pero ahora prefiero hacerlo así. Pedazo de piernas, por cierto. Y bonito bóxer. Esconde algo increíble, lo sé, aunque ahora solo se ve un bulto ahí, desparramado sobre tu silla...


Miré hacia abajo apartando mi mano, hacia "mi bulto desparramado". No la tenía dura, pero entre rabo y cojones sí había un buen bulto apoyado en el asiento. Me llevé de nuevo la mano a él y sobé. Mi rabo reaccionó enseguida, empezaba a estar más tranquilo.


—¿Podrías enseñarme los pies?


Mi mano quedó quieta sobre el paquete ante esa petición. No soy fetichista de pies, y personalmente me dan un poco de asquillo. Procuro evitarlos. Pero bueno, doblé mi pierna derecha y apoyé el pie, enfundado en mi zapatilla blanca algo sucia, en el asiento.


—¿Podrías acercarlos a la cámara, y luego quitarte las zapatillas?


Lo hice, extendiendo las piernas delante de la silla hacia el portátil. Moví los dedillos. Tampoco sabía qué más hacer. Al poco me cansé.


—Oye, ¿quieres rabo o qué? —le espeté, impaciente.


Se rió y asintió. Me puse de pie, con lo que mi cara y mis hombros quedaron fuera de su campo visual, pero mi cadera quedaba justo en el centro. Me bajé los bóxer, los saqué por los pies y los mandé de una patada a un extremo de la habitación. Mi polla estaba morcillona, con cierta consistencia, apoyada sobre los huevos, colgantes entre mis piernas. Moví la cadera para que se bamboleara y golpeara mis piernas. Mis pelotas se movieron al compás. Luego me la agarré y empecé a mover la mano, apretando, para endurecerla. Que en la pantalla no apareciera nada sexual, solo su cara, no me ayudaba. Pero la situación empezaba a calentarme. Me excitó estar desnudo y que ese hombre se pusiera cachondo con ello. Me gustó tener público.


—Joder... ¡Qué bueno estás! Eres un dios, chaval... ¿Puedes darte la vuelta?


—No soy pasivo, que tengas muy claro que si nos vemos lo que va a pasar es que voy a destrozarte el culo, pero el mío solo es para verlo —dije mientras se lo enseñaba.


—Es lo que esperaba de un machito como tú. No tengo nada en contra de los gay-4-pay. Dan muy buenos momentos si lo disfrutan también, y seguro que tú sabes cómo disfrutar al follarte un culo....


—Ni lo dudes, vas a flipar cuando sientas mi polla abriéndote el ojal. Cuando mi rabo duro entre por completo en tu ojete y empiece a follarte a pollazos, con mis pelotas golpeando tu cuerpo, con todos mis músculos y mi cuerpo concentrado en perforarte, y tú gruñas y gimas de placer como una nenaza.


Abrió los ojos desmesuradamente, aquello le puso cachondo a tope, claramente. Mi polla ya estaba dura, yo también me había excitado con mi discursito. Ahora deseaba hacerlo realidad, ir a donde estuviera ese ejecutivo gordito, arrancarle su traje (tal vez dejarle la corbata para tener algo que agarrar cuando le cabalgara) y follármelo como nadie le hubiera follado en todos sus años.


Me pajee delante de la cámara, con la polla cerca, magnificada por el ángulo. Vi cómo le empezaba a sudar la calva, cómo se estaba poniendo rojo, cómo su hombro se movía seguramente porque se estaba haciendo una paja con todas sus fuerzas.


Me volví a sentar. Recordé que le iban los pies y quise complacerle volviendo a doblar la pierna y apoyando el pie en el asiento. Me di cuenta de que así se veía también mi ojete cerrado medio tapado por los cojones, pero bueno, que mi madurito resultón disfrutara las vistas.  Eso que se llevaba. Mis abdominales estaban marcados en esa postura, y me acaricié el torso con una mano mientras me pajeaba fuerte con la otra. Ahora no me parecía tan ridículo acariciarme, ahora iba en consonancia con el placer de la fricción a lo largo de la enorme longitud de mi rabo.


Él me decía guarradas: menudo rabo, sobátelo bien, cuando te pille te la voy a desollar, te la voy a comer hasta los huevos, vas a saber lo que es un buen polvo, te voy a sacar toda la leche... Y por último casi me suplicó que me corriera.


—Suelta tu lefa, quiero ver esos chorros empapar tu torso, quiero ver cómo te corres, cómo disfrutas...


—Me voy a correr cuando quiera —le respondí chulito, y eso provocó un aumento de su ritmo de masturbación. Vaya, parece que a este señor tan distinguido le va la caña, y de eso yo tengo mucho, iba a flipar cuando nos viéramos.


El caso es que yo estaba a punto ya. Así que abrí compuertas, pero porque me apeteció en ese momento.


Un chorro de lefa sin mucha fuerza se desbordó cayendo sobre mi vello púbico rasurado. Luego ya fue una fiesta: el siguiente chorro salió con fuerza, impactó en mi cuello y bajó empapando mi pecho. Más luego sobre el pecho y el abdomen. La lefa corría entre los surcos de mis abdominales, ralentizándose en los pelillos rasurados al llegar más allá de mi ombligo, de nuevo hacia el rabo. Me puse rápido de pie, acercándome al portátil, para que mi madurito viera de primera mano salir la parte final de la corrida.


La lefa de mi torso se precipitó en su descenso, y un par de chorros finales salieron de mi rabo e impactaron en el portátil. Apenas reparé en si el líquido podría estropearlo, ya estaba hecho y no iba a dejar de disfrutar del orgasmo por algo que no podía cambiar. Sacudí la polla y los últimos goterones salieron despedidos. Nunca me acuerdo de no hacer eso y siempre me toca luego limpiar la habitación... Me estrujé el miembro delante de la cam, para sacar la lefa que quedaba, y que quedó pegada a la punta, resbalando pegajosa y colgando.







Resoplé, jadeé y me desplomé sobre la silla, la polla manchando el asiento con su humedad seminal. Me fijé en el madurito, al que no había prestado gran atención mientras disfrutaba de mi placer, y supe por su respiración y su expresión que se había corrido también. Imagino que se puso perdido su elegante pantalón.


—No tengo palabras —dijo entrecortadamente —Muchas gracias por esto...


—Al final yo también lo he disfrutado —dije encogiéndome de hombros—, mucho más de lo que esperaba.


—¿Entonces? ¿Voy a verte en persona?


Respiré hondo antes de responder. Bah, para qué engañarnos, lo que había fantaseado sobre follarle a tope quería hacerlo de verdad. Flipé, no supe por qué. Lo cierto es que era viejo y calvo. No sé de dónde salía este morbo. Tal vez del poder que sentía al ver cómo se excitaba por mí. Con los jóvenes y los guapos me pone su físico, pero sé que ellos pueden follar con otros sin problema. Con este tío me sentía único, y me gustaba provocarle excitación. En cierta forma era una buena obra, seguro que da buen karma follárselo, así que me decidí.


—Cuando quieras te doy lo tuyo... —afirmé mientras me restregaba la lefa del torso con la mano y me preguntaba cómo le quedaría toda esa lefa en la barba a mi madurito...


Quedamos el sábado. Él quería que pasara con él todo el fin de semana, pero lo vi excesivo. Lo reduje a un día, no pude conseguir aceptar que no fuera por la mañana, comer con él y seguir por la tarde.


No hablamos de dinero, pero por la impresión que me había causado supe que podía confiar en que no iba a engañarme. Y también en que de todas formas a mí me apetecía hundirle el rabo.


Continuará...





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