miércoles, 24 de enero de 2018

Cuando el conductor del bus pilló a Álex y a Hugo, parte 2


Me sorprendió un poco que el conductor mantuviera la erección a sus años, tras lefarle el careto a Hugo (léelo aquí), pero el tío rápidamente enfiló su polla hacia mi ano, teniéndola durita todavía, y con la ayuda de la lubricación de su propio semen se preparó para encularme. Yo estaba tumbado sobre los asientos del bus, tal y como me había pedido, con las piernas levantadas y el culo abierto. Sentí un instante su rabo junto a mi culo, y luego todo sucedió de sopetón: su rabo estaba dentro de mí, con una embestida seca que lo clavó hasta los cojones. Me agarré a los respaldos de los asientos sofocando un grito, mientras Hugo me miraba poniendo cara de susto. Debía de haberle dolido hasta a él...

La polla del chófer recuperó la dureza que hubiera podido perder, al moverla dentro de mi culo apretado. Yo la sentía rígida, incólume, una barra de acero follándome sin piedad. Su pronunciada curvatura aumentaba la sensación de fricción y sentía ese roce estimulando mi ano y mi interior. Mi culo caliente se abría cada vez más, y esa polla entraba y empujaba sin piedad, dándome caña de la buena y enseñándome cómo podía follar un hombre maduro. Mi rabaco reaccionó al instante aumentando su dureza y soltando un hilo de líquido preseminal que se bamboleaba desde la punta, al compás de los empujones que el conductor me metía y que me deslizaban sobre el asiento, de la fuerza con que me embestía. Siendo tan patoso como soy, a punto estuve alguna vez de caerme del asiento y quedar encajado en el hueco con los asientos de delante. Parecía que estaba en un puto terremoto, tan grande era el ímpeto de esa follada.


Veía el torso del conductor, a través de la abertura de su camisa, velludo, grande, curvo. Y su cuello de toro echando la cabeza hacia atrás, colorado, mientras gemía nasalmente.


Sus manazas aplastaban mis muslos contra mí, abriendo mi culo lo más posible, como si fuera un pollo en el espetón, mientras su rabo entraba y salía vigorosamente, sin pausa, con movimientos de cadera precisos y enérgicos, que hablaban de la experiencia que le daban sus años y de la que carecíamos Hugo, yo y los demás chicos que alguna vez me habían follado. Tomé buena nota de las lecciones, de los vaivenes, de los ritmos, de las presiones, de las fuerzas aplicadas... La próxima vez que me follara a Hugo, si es que me dejaba repetir, iba a fliparlo. Le iba a hacer subir al cielo, tal y como empezaba a hacer yo. Tras la conmoción inicial en la que el chófer no se tomó la menor molestia en acostumbrar mi culo a la penetración, ahora que había dilatado un poco más empezaba a disfrutar bastante esa follada tan genial. Un poco brusca, él se concentraba en su propio placer y pasaba de mí, pero aunque no soy especialmente sumiso no pude más que ponerme cachondo por el morbo de su forma de penetrarme y por las sensaciones que me proporcionaba en mi culo.







El conductor me miró de pronto y pareció recordar que se estaba follando a un chaval, no un agujero de plástico. Sonrió, una sonrisa salvaje que bien podría haber pertenecido a un lobo:

—Joder... casi no recordaba lo bueno que es follarse el culito apretado de un niñato como tú... —me dijo sin disminuir ni por un instante el empuje de su polla—. Si la boca de tu amigo ha sido espectacular tu culo desde luego está a la altura. Lo debéis de pasar realmente en grande vosotros dos...

Lanzó una mirada cargada de envidia a Hugo, que estaba a un lado tocándose el rabo sin saber muy bien qué hacer.

—Ven aquí, coño —le dijo, y cuando Hugo se acercó le agarró la polla con la manaza y empezó a pajearle con la misma fuerza con que me follaba a mí—. Qué ricos estáis, la de tiempo que hacía que no lo pasaba tan bien. Tengo que procurar volver a follar con algún tío, hacía mucho que solo me dedicaba a los chochitos...

Me pareció alucinante que un hombre tan aparentemente machote como el conductor tuviera experiencia con chicos, pero es evidente que si no le interesara no nos hubiera cobrado la multa a polvos, claro...

Un rato más tarde, con mi culo ardiendo ya por la fricción de tanto mete-saca brutal, el conductor soltó la polla de Hugo y me dio un sonoro cachete en la nalga.

—Venga, arriba, vamos a terminar con esto —Pensé que querría correrse ya otra vez, pero estaba equivocado: mi culo todavía tendría que aguantar un rato más de follada descomunal—. Ponte aquí, en el pasillo del bus, entre los asientos. Separa las piernas, en pompa. Puedes apoyarte en los asientos. Eso es, baja un poco la cadera, que pueda metértela a gusto...  Y tu colega que no se quede sin hacer nada, que te dé rabo por la boca.

Seguí sus instrucciones. Me agaché en medio del pasillo, entre los asientos, apoyado en estos. Doblé un poco las rodillas para dejar mi culo a buena altura, y al momento lo volví a sentir taladrado sin piedad. Hugo se acercó por el lado contrario y me ofreció su rabo, con la clara intención de no decir nada si no lo chupaba. Pero no quería desobedecer al conductor, y no me importaba tener el rico rabo de mi colega en la boca. Ayudaría a amordazar mis gemidos por las embestidas.



Si antes la follada fue enérgica ahora era un puto terremoto. En esta postura el conductor se movía todavía mejor, tenía total control sobre mi cadera y la suya, y mi culo era usado sin pausa. De vez en cuando notaba alguna gota de sudor caer sobre mi espalda desde el sofocado empalador que tenía detrás.

Hugo apenas tenía que moverse para follarme la boca: el empuje del conductor a mi culo, aplastando su rabo hasta que sus caderas se fundían con mis nalgas, me empujaba contra mi amigo, y su polla me empalaba la boca igual que la otra me colmaba el culo. Hugo me sostenía también para que la fuerza de la follada no me llevara hacia delante con su ímpetu. Si no hubiera estado ahí, sosteniéndome con sus manos y su polla, me hubiera ido de morros contra el suelo varias veces a lo largo de esa follada, que parecía eterna, y que me daba un placer increíble. Intuía que lo iba a lamentar, y mucho, después, cuando mi culo dolorido se empezara a quejar, pero en esos momentos apreciaba enormemente la calidad de los movimientos de ese morcón que me agujereaba como nunca había sentido.

Mil años después el empalador le dijo a Hugo:



—Venga, que no aguanto más, córrete en su cara.



Hugo, a quien mi boca tenía a punto pero que no se había atrevido a nada, enseguida sacó su rabo gordo, dejándome la mandíbula entumecida, y no tardó ni dos segundos en empaparme la cara de semen caliente y espeso que resbalaba húmedo, escurriendo por mi labio y mi mejilla, llegando hasta mi cuello, y cayendo de ahí al suelo del bus.




Por un momento temí que el formar un charco de lefa en el suelo del bus hiciera que el conductor volviera a cabrearse con nosotros, así que me zampé de nuevo el rabo de Hugo para que no escaparan más gotas y dejárselo limpio. Pero al instante el chófer dio unos empujes más secos, más rítmicos, y se aferró a mis caderas. Noté espasmos en todo su cuerpo y un gemido terriblemente gutural, como si se desgarrara de placer.

Su cadera y su barriga chocaron un par de veces más contra mí, la última presionando más, empujando, con lo que Hugo tuvo que volver a sujetarme, empalando del todo su polla en mi boca. Luego el conductor se quedó quieto, y solo escuchaba su respiración, muy fuerte.

Nos quedamos todos así un momento, y luego sacó la polla de mi ojete reventado. Con su salida noté una gran cantidad de semen resbalar por mi trasero. Si salía todo eso no quería ni pensar en la cantidad que debía de quedar dentro. Me notaba colmado, rebosante y muy húmedo, con un calor extraño en mi culo. Sentí reparo de enderezarme, pensando en todo lo que podría salir y resbalar pierna abajo, pero otro sonoro cachete me hizo dar un respingo. Me erguí, con mi miembro recto en su erección. El conductor lo miró. Yo casi esperaba que su polla siguiera dura, como después de su corrida anterior, hubiera sido propio de lo que prácticamente se me antojaba como un dios del sexo, pero estaba morcillona, tras haber disfrutado de la follada que acababa de meterme.

—Vaya, vaya —me dijo—. Qué descuidado he sido, no te has corrido, y no puedes quedarte así ¿verdad?

Agarrando a Hugo del brazo lo acercó a mí, y su polla, húmeda de su corrida, quedó muy cerca de la mía, enhiesta. Luego me pasó la mano por entre las nalgas y la sacó mojada de esperma. Me agarró el rabo y me hizo una paja. No tuvo que esforzarse, estaba tan cachondo que un par de sacudidas después ya descargaba sobre el rabo gordete aunque casi flácido de Hugo, empapándolo más y dejando chorros de semen que resbalaban hacia su glande. Tanto para Hugo como para mí fue una experiencia enormemente erótica. Su polla incluso volvió a adquirir consistencia.



El conductor nos dirigió una mirada burlona, como si todo hubiera sido una enorme broma.



—Bueno chavales, ha sido un placer, sois geniales, lo he pasado estupendamente. Habéis pagado la multa con creces. Por mi parte está todo olvidado y no volveremos a mencionar que antes os he pillado comiéndoos los rabos. Eso sí, os voy a estar vigilando, y como vuelva a veros haciendo guarrerías en mi bus no volvéis a montaros, y además ya sabéis cuál es la multa.

El tío se abrochó la camisa y la bragueta, se fue a su puesto junto al volante y arrancó el bus. Nosotros seguíamos algo conmocionados. Intuía que aquel había sido uno de los polvazos de nuestra vida, pero había sido también una situación tan rara...



Llegamos a nuestra parada y nos bajamos, demasiado turbados como para mirar siquiera al conductor, quien seguro nos observaba bajar del bus por el retrovisor.



Ya en la calle comprendimos que no podríamos seguir con nuestras mamadas diarias en el bus. Tendríamos que depender de cuando Hugo tuviera la casa vacía, en la mía imposible.

—Oye tío... —Hugo parecía un poco avergonzado al hablarme—, quería decirte que antes has dado la cara por mí, cuando ha querido follarnos el culo a los dos. Gracias por cargar con la follada, no creo que mi culo hubiera aguantado eso... Te debo una muy gorda, y te lo voy a pagar: no voy a hacerme de rogar cada vez que quieras follarme. Para ti mi culo está abierto, solo para ti.

Casi me enterneció y todo. No estaba seguro de cómo era mi relación con Hugo. Nos la comíamos en el bus, hasta ahora, y habíamos follado alguna vez. Estaba descubriendo conmigo el sexo con chicos, y parecía un tío cojonudo. Me caía realmente bien, por no mencionar que estaba riquísimo. Por supuesto, nunca se me ocurriría pensar en nada romántico con un chico que solo es curioso, pero que por lo demás es hetero. Por supuesto...

Y ahora le tenía ahí, con ojos de cordero, ofreciéndome su culo sin restricciones. Debía de ser un paso para él, que me había puesto el culo alguna vez pero era esencialmente activo... Decidí quitar hierro al asunto con un comentario despreocupado:

—Genial, porque he aprendido un montón de esa follada. No se me había ocurrido que hacerlo con un maduro tiene sus ventajas. Y la próxima vez vas a fliparlo, ¡te voy a convertir en pasivo total, chaval!

—Ja, ja, ja, no creo, pero ya me está apeteciendo que lo intentes, superfucker —y volvió a reírse. Sí, a mí también me estaba empezando a apetecer ya...



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