Llegamos a mi casa, para hacer un trabajo para la Universidad. No había nadie, así que nos pusimos cómodos en mi cuarto: soltamos las mochilas por ahí, nos pusimos algo de picar y encendí el ordenador. Somos buenos amigos, aunque ninguno sabe la curiosidad que me provoca el sexo gay ni que llevo un tiempo follándome a un chico...
A Ramón lo conozco
desde pequeño, y somos la mejor prueba de integración multirracial: su piel
bronceada no puede ser más diferente de la mía, tan paliducha que enseguida me
quemo. Llevaba una camisa burdeos que hacía un contraste perfecto con su piel
latina. Nunca había habido nada sexual entre nosotros, éramos los mejores
amigos y compañeros de fiesta.
A Andrés y a Óscar
los conocimos en la Uni. Son un par de hermanos casi idénticos, guapos, con un
cuerpazo espectacular y unos ojazos flipantes. Óscar tiene el pelo un poco más
oscuro que su hermano, pero por lo demás casi parecen gemelos, aunque se llevan
un año. Me ponen sus pecas. Y si os preguntáis si alguna vez he fantaseado con
montármelo con los dos a la vez, la respuesta es que claro que sí… ¡Están
tremendos! Pero son muy heteros. Algo tímidos, lo cual puede hacer dudar al
principio, pero heteros al 100%. Una lástima. Hoy llevan unas camisetas
ajustadas que me han puesto muy burro.
Manu parece un modelo: rostro andrógino de piel perfecta,
peinado a la moda, fibrado bien marcado y ropita pija. Hoy lleva una camisa
celeste bastante sexy. Es tan guapo que en realidad me pone menos que otros
chicos, quizás me achanta, no sé…
Los otros dos chicos del grupo son Antonio y Pedro, los dos
barbitas. Pedro siempre se queja de ser el que menos liga del grupo, aunque es
atractivo, con pinta más de malote gracias a sus tatuajes. Antonio tiene un sex
appeal animal. Moreno de ojos claros y pinta de rockero rebelde, no hay
chochito que se le resista: ni el tono canela de Ramón, ni la pinta de niños
buenos de Andrés y Óscar, ni mis musculitos… nada puede ganar al magnetismo de
Antonio. El muy cabrón se las folla a todas.
Así que nos pusimos con el trabajo de la Universidad. Pero pasado
un rato ya estaba un poco harto del trabajo. Hasta las pelotas, vamos. Y además
me estaba meando. Óscar me preguntó dónde tenía los ejercicios de la lección 7,
y le dije que en una carpeta en el escritorio del ordenador, que los fuera
abriendo mientras iba al baño.
Y cuando volví estaban los seis alrededor del ordenador.
Resulta que en lugar de los ejercicios habían encontrado mi carpeta de porno…
Primero creí que me moría de vergüenza al entrar en el cuarto y escuchar el
típico choquetazo de caderas de una follada. Y luego entré en pánico pensando
en si habrían visto la carpeta de porno gay. Así que casi fue un alivio cuando
escuché a alguna actriz gemir de gusto.