miércoles, 25 de octubre de 2017

Álex va a casa de Hugo, parte 3




Todavía me palpitaba el culo por la follada de la polla gorda de Hugo mientras yo le lamía el suyo. Le notaba nervioso, ahí, a cuatro patas al borde de la cama, conmigo de rodillas en el suelo detrás, pero parecía gustarle que se lo comiera. Mi lengua trazaba círculos húmedos en torno a su ano, para luego aventurarse y explorar el agujero, presionando en él, introduciéndose un poco.  Mis manos estrujaban sus cachetes, y mi aliento caliente golpeaba la raja entre sus nalgas.


Mi lengua ávida no dejaba de moverse, ensalivando su culete. Probé a acariciarlo a la vez con un dedo, deslizándolo en círculos lentos junto con mi lengua. Y cuando fui notándole más relajado me atreví a meter la punta del dedo en su culo. Se deslizó húmedo y caliente, y las paredes de su ano se cerraban en torno a él con fuerza. A pesar de ello decidí que ya estaba preparado y que no podía esperar más. Álex tío, me dije, si no se la clavas ya vas a correrte sin siquiera rozarle de lo cachondo que estás. Y es que iba a ser la primera vez que enterrara mi pollaza en un culito virgen. Me daba miedo no hacérselo bien y crearle un trauma de por vida, pero también me ponía a más no poder.
Me erguí tras él y con una mano le abrí la nalga mientras con la otra me agarraba el rabo y apuntaba hacia mi objetivo. No tenía lubricante y no creo que él, siendo heterillo, tuviera tampoco, pero su culo y mi polla estaban bien ensalivados, y esperé que fuera suficiente.

En cuanto mi glande rozó su piel noté cómo se ponía tenso.

—Tranquilo Hugo —murmuré casi sin voz—, confía en mí, iré despacio.

Sentí como a lo lejos que Hugo respiraba hondo para tratar de relajarse un poco, pero mi atención estaba centrada en mi rabo, en la visión de su punta junto al ano rosado y cerrado de este rubiazo buenorro.

 Tragué saliva y empujé.

Hugo dio un respingo, y eso que apenas había entrado medio glande. Todavía faltaba mucho... y de más grosor...

Con la mano con la que no tenía agarrada mi polla empecé a acariciarle el borde de la espalda. Hugo no se quejó ni se apartó, así que seguí empujando despacio. Entró el glande entero, dilatando su ano, que se cerraba en torno a mi rabo como no queriendo dejarlo escapar jamás. Me solté la polla y volví a abrirle la nalga con esa mano. Empujé un poco más, pero mi polla se dobló un poco en lugar de entrar, y eso que no podía tenerla más dura, era una puta piedra. Pero es que su culo estaba muy apretado. Muchísimo. Y yo estaba cada vez más caliente.

Dejé caer más saliva sobre mi rabo, y la extendí con la mano. Volví a sujetármela para guiarla al interior de Hugo, y empujé de nuevo, volviendo a meter un centímetro más.

Hugo se quejó un poco. Me fijé en él, reprochándome el no haberlo hecho antes. Tenía la cabeza apoyada en la cama y los ojos cerrados. La cara estaba roja, y las manos agarraban desesperadas la sábana, estrujándola.

Me incliné sobre él, mi torso pegado a su espalda, mi respiración sobre su nuca, mis manos acariciando su pecho y su abdomen, mi cadera empujando despacio mi polla adentro de su impresionante culo virginal. Procuré tranquilizarle, intenté que no se centrara del todo en la penetración, que se relajara para disfrutarlo después. Mi polla es de grosor normal, pero larga, y seguramente me costara clavársela la primera vez, pero lo iba a intentar. Le susurré cerca del oído, en voz muy baja:

—Recuerdo la primera vez que me clavaron un rabo. El chico no estaba mal dotado. Demasiado bien para una primera vez, seguramente. Yo estaba boca arriba, porque quería mirarle mientras lo hacía, aunque ahora creo que es más fácil que entre así como estamos, a cuatro patas con el culo bien en pompa. Sentí su polla rozando mi ojete, extrañamente caliente. Y luego cómo se me estiraba, tratando de abarcar ese pedazo de carne. Me dolió, no te lo niego. Me esforcé por aguantar, y ayudó que me sintiera tan cachondo, que me apeteciera tanto. Hasta ahora has mostrado mucha curiosidad por probar todo lo que hemos hecho, así que seguro que a ti también te apetece. Al principio me costó. Pensé que me iba a explotar el culo, que no era posible que entrara. Pero lo hizo, despacio. Y luego fue mucho mejor. No soy especialmente pasivo, no como otros chicos que lo disfrutan un montón. Puedo poner el culo si al otro chico le apetece, y más que gustarme la follada me da morbo pensar que tengo un rabo dentro, ver las expresiones del chico al follarme. Cuando soy activo me encantan las sensaciones físicas. Cuando soy pasivo me centro más en el morbo. Pero aquella primera vez fue más física. Me resultó muy extraña la sensación de su polla entrando en mí, como al cagar pero al revés, muy raro. Me la imaginaba abriéndose paso en mi interior, apartando mis entrañas. La notaba golpear dentro, al fondo, en mi vientre, cuando embestía. Y esa sensación física también es excitante, aunque me guste más ser activo. No sé qué te parecerá a ti... Por cierto, no sé si lo habrás notado, pero la tengo ya metida del todo. Tienes mi rabo dentro hasta los cojones.

Hugo, que había estado escuchándome con atención y que había ido aflojando lentamente la presión de sus manos sobre las sábanas, abrió los ojos, con un poco de sorpresa. Pareció concentrarse en lo que su culo le hacía sentir.

—¿Ya? —Me preguntó—. Joder, por un momento me has puesto tan cachondo que ha sido fácil... La siento, es como decías, la siento dentro... Joder, la tienes larga, cabrón... La noto muy, muy dentro...

—La primera vez que me follé un culo empecé a bombear antes de meterla del todo. El otro chico me dijo que mejor la metiera entera primero antes de moverla. Así que desde entonces esa es mi máxima: "lo primero siempre hasta el fondo".

—Jajaja, buena máxima, procuraré recordarlo. ¿Y ahora qué?

—Pues ahora esto —y empecé a sacarla, despacio, aunque un poco más rápido que la metida.

Le noté tenso otra vez, con los músculos contraídos. Pero esta vez no le hablé para relajarle, le dejé que descubriera las sensaciones, que se fuera tranquilizando por sí mismo. Volví a empujar, y luego a sacar, despacio, una vez y otra. Poco a poco fue yendo mejor. Mi rabo comenzó a deslizarse más fácilmente, aunque su culo seguía siendo el más apretado que me había follado nunca. Se ceñía a mi polla, la estrujaba, y la sensación era realmente intensa. Comprendí que no podría follármelo mucho antes de que la fuerza con la que su ano se cerraba sobre mi polla me empujara al orgasmo.

Así que aumenté un poco el ritmo. No quería forzarle, que no le doliera de más, pero también quería poder follarle bien antes de no poder aguantar la corrida, que descubriera lo que era una buena follada como pasivo.

Joder, menudo culo tenía. Me incorporé de nuevo, para tener más visibilidad de mi rabo penetrando ese culo maravilloso. El tío lo tenía suave, sin vello, como el de una nena, pero bien duro. Redondito y firme, daba gusto. Estaba un poco más rojo que antes alrededor de mi polla, y me ponía muchísimo ver cómo entraba y salía, cómo su ano acompañaba el movimiento de mi rabo, hundiéndose y saliendo con él. Estaba tan cerrado, me apretaba tanto la polla... Pufff, era buenísimo.

—Hugo, ábrete las nalgas con las manos, que vea bien la follada cuando te la clavo del todo.

Y el tío me hizo caso al momento, en pompa sobre la cama, con su colcha a juego con el cojín de New York de fondo, las rodillas bajo el vientre, la cabeza en el colchón y gimiendo de gusto. Parecía que empezaba a disfrutar bastante, tanto como yo de ese culo abierto para mí.


La metía hasta que mi vello púbico ocultaba toda la visión de mi polla en su culo, y eso que lo llevo recortadito, y luego la sacaba hasta que se veía la mitad de mi glande y notaba su ano luchando por cerrarse. Una de las veces la saqué un pelín de más y su culo se cerró con fuerza, empujando fuera mi rabo. Lo separé un poco. Lo seguía teniendo cerrado, a pesar de la follada, y de color rosa fuerte, casi rojo. Por un momento pensé que quizás no debería darle más la primera vez, pero era increíble, y volví a meterla. Entró más fácil esta vez, a pesar de seguir apretada por su culo. Seguí uno o dos minutos más, follando algo más fuerte. Y de repente noté que no podía más, que la corrida era inminente. No sabía si él querría que le preñara, y además me apetecía devolverle el favor y que me volviera a follar, y correrme con él. Así que con mi polla dentro detuve la penetración, y contraje todos los músculos que se me ocurrieron, tratando de retener la lefa dentro de  mis huevos.

No fue todo un éxito: sentí cómo un chorro, el primero, se escapaba fuera de mi rabo y volaba dentro de su culo, y pensar que era la primera lefa que caía ahí dentro casi me hace perder totalmente el control. Por muy poco, pero conseguí aguantar y no correrme entero. En ese momento, coincidiendo seguramente con que me había parado un momento, él me dijo:

—Espera un segundo, Álex tío. Sácala...

Lo hice, un poco extrañado. Al hacerlo un poco del semen que había soltado salió junto con mi rabo, y resbaló hacia abajo, llegando a sus huevos. Su visión deslizándose desde su ojete por la piel de su escroto volvió de nuevo a llevarme al borde del orgasmo, pero se me interrumpió porque Hugo se levantó de repente y salió de la habitación, aparentemente azorado.

Me senté en la cama, y luego me dejé caer hacia atrás, quedando tumbado boca arriba al borde y con los pies en el suelo, preguntándome por qué había salido disparado.

Entendí un poco después lo que pasaba, cuando volvió del baño con la cara roja, pero esta vez por vergüenza, no por el esfuerzo de tener mi polla dentro.

—Tranquilo Hugo —le animé—. Estas cosas pasan, no será la primera ni la última. Del cagar nadie se escapa: caga el Rey y caga el Papa.

El refrán le hizo sonreír, y luego nos reímos los dos. Se volvió a poner a cuatro patas al borde del colchón, a mi lado, y me miró interrogante, su rostro muy cerca al lado del mío. Me hizo sentir ternura, y pensé que mejor cambiábamos ya. Le sonreí y, tumbado como estaba, levanté las piernas y las abrí, dejando expuesto mi culo, incitante. Hugo miró hacia atrás, a mis piernas levantadas. Levantó una ceja, me miró, se relamió y se levantó como un resorte, colocándose tras de mí, entre mis piernas. Su polla, tan gorda, ya apuntaba ansiosa hacia mi agujero. Me sujetó los muslos y la metió sin más ceremonias. Menos mal que me había follado ya un rato antes porque aunque no fuera muy larga una polla de ese calibre me hubiera reventado con una embestida tan repentina si no hubiera estado ya dilatado. Tendríamos que practicar más para perfeccionar nuestras folladas, y esa perspectiva me hizo sonreír y gemir de gusto con su penetración.

Su polla expandía mi culo como nunca, Notaba la tensión en las paredes de mi ano, el roce de su miembro caliente, el golpeteo de sus cojones en mis nalgas. Nos mirábamos fijamente a los ojos y los dos comprendimos que eso ya había durado bastante, que ya había sido mucha follada y mucha mamada, y que necesitábamos descargar pero ya. Me debió de follar un par de minutos, no más, pero fuerte, con embestidas muy intensas que me empujaban sobre el colchón y arrugaban la sábana debajo de mí. Yo me pajeaba frenéticamente, al borde del orgasmo, esperando su corrida. Él gemía más alto cada vez, a punto de llegar.

Los primeros chorros salieron de mi polla, al compás de sus embestidas y los movimientos de mi mano. Unas gotas cayeron primero, luego un par de segundos en los que parecía que eso iba a ser todo, seguramente por culpa del casi-orgasmo que había tenido antes. Y luego, cuando mi lefote se convenció de que esa vez sí, de que ahora podía ya salir por fin, lo hizo a lo loco. Chorros espesos y gruesos se derramaban por mi torso, saliendo con fuerza, como es usual en mí. Notaba el líquido caliente cayendo sobre mi piel, especialmente uno de los chorros, que empapó uno de mis pezones.


Al instante Hugo se convulsionó y se derramó también. Arrugó el entrecejo viendo mi corrida y jadeó entrecortadamente. Sus embestidas se hicieron más sistemáticas, acompañando la eyaculación, y noté más calor en mi culo, que seguramente se estaba llenando a rebosar de lefa abundante y muy espesa, como la que soltaba él siempre. Dio un último empujón y la dejó clavada. Pensé que con lo gorda que la tenía cuando la sacara iba a caer un montón de semen de dentro, pero la dejó ahí, y se desplomó sobre mí. Su torso se pringó con la lefa que llenaba el mío.


Me miró, cansado, pero con una expresión muy satisfecha. Nos besamos suave, lento. Luego se incorporo un poco para ver nuestros trosos manchados. Hilillos de lefa pegajosa iban de uno a otro. Le vi sonreír y llevar los labios al pezón que tenía cubierto de semen. Lo mordisqueó y luego se echó a reír de nuevo. Nos besamos otra vez, y noté el leve sabor a lefa que tenían sus labios.


—Muchas gracias por esto. Ha sido realmente genial. Y gracias por convencerme para que te dejara follarme también y por tener cuidado al hacerlo —me dijo.

—No me las des todavía. Lo que no te he contado sobre la primera vez que me follaron es que al rato el culo empezó a dolerme otra vez y estuvo así casi una semana. Cuando me sentaba lo notaba palpitar, casi como si tuviera otra vez una polla dentro...


Puso un poco cara de susto, y me eché a reír. Solo esperaba que repitiéramos pronto esto...


Continuará...

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