Estaba tan cachondo que no podía más. Quería que ese dios se pusiera de rodillas de una vez y se tragara todo mi nabo. Así que le pedí que me la comiera un rato, mientras le ponía una mano en el hombro y empujaba para que se agachara.
Se arrodilló junto a mí y me miró
desde abajo. Sus ojazos clavados en los míos, con su cara junto a mi polla, me
pusieron más caliente todavía.
Mi polla estaba realmente dura y tiesa, a punto para una buena mamada. Él me la agarró y me pajeó, mientras me comía los huevos. Enseguida me impacienté y llevé el rabo hasta su boca. Me gusta empezar despacio, pero estaba caliente y quería una mamada ya. Así que le agarré la cabeza y le follé la boca sin miramientos. Mi polla entraba y salía, haciendo un sonido de succión. Él dejaba escapar algún gemido, mientras tragaba rabo y se agarraba con las manos a mis piernas.
Al poco no me hizo falta
agarrarle la cabeza: acompasó mis embistes y según yo metía la polla, él
acercaba su cabeza, alejándola cuando la sacaba. Así entraba mucho más, y
prácticamente la tragaba entera como un campeón, mientras yo aumentaba el ritmo
frenéticamente.
El camarero tenía ya la cara
colorada, y una lágrima le caía por la mejilla derecha. Joder, estaba siendo
una mamada estupenda. Realmente sabía cómo chupar un rabo. Mi polla entraba y
salía fácilmente, lubricada por la saliva, mientras sus labios se aferraban a
ella y su lengua me acariciaba por debajo. Mis huevos le golpeaban la barbilla
con cada embestida, y él enterraba su rostro en mi vello púbico, mientras yo le
follaba la garganta a fondo.
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